Al-Andalus: poder político y religioso

En al-Andalus no había separación entre el poder político y el religioso. Los califas eran la máxima autoridad temporal y espiritual de la comunidad. Los organismos más importantes de la administración central fueron la Cancillería, el servicio de correos y la Hacienda, que se nutría de numerosos impuestos en un Estado esencialmente tributario. La administración de justicia corría a cargo de los cadíes (qadis), que actuaban de acuerdo con las normas del Derecho canónico, el Corán y la Sunna (los ejemplos sacados del comportamiento de Mahoma). El gobierno del territorio estaba a cargo de los valíes, jefes de las distintas coras (provincias) en las que se dividía al-Andalus. Al frente de la administración local se encontraban los prefectos de las ciudades.

La vinculación existente en el islam entre el pensamiento y la religión resultó en cierta medida un obstáculo para el desarrollo de la cultura. Pese a todo, al-Andalus, particularmente hasta el siglo XI, estuvo muy por delante de los territorios peninsulares cristianos en el terreno cultural. Al-Andalus fue, por otra parte, el cauce a través del cual la cristiandad occidental pudo acceder al conocimiento de buena parte de la cultura clásica.

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