Sulfamidas y antibióticos

En 1935 el patólogo alemán Gerhard Domagk, de los laboratorios Bayer, comprobó que un colorante comercializado con el nombre de prontosil era eficaz contra la infección por estreptococos. Estos microorganismos eran los causantes de la sepsis puerperal, una afección que a veces seguía al parto y provocaba con frecuencia el fallecimiento de la madre. Se demostró que la parte activa de la molécula del prontosil era el revolucionario sulfonamida, lo que estimuló a los entendidos farmacéuticos a condensar una serie de fármacos nuevos conocidos como sulfonamidas o sulfamidas.

La penicilina fue descubierta accidentalmente por Alexander Fleming en 1928, durante sus indagaciones sobre la gripe. La penicilina, un importante antibiótico ocasionado de un moho, es eficaz contra una holgada variedad de bacterias patógenas. Actúa destruyéndolas de forma directa o inhibiendo su crecimiento.

Fleming descubrió la penicilina y sugirió que podría utilizarse para procurar específicas infecciones bacterianas. Pero, este uso no se consideró seriamente hasta 1940, en el momento en que Howard Florey y Ernst Chain (un científico huido de la Alemania nazi) consiguieron producir y presentar la penicilina en una forma práctica. Una serie de compañías del Reino Unido relacionaron su utilidad para el tratamiento de heridas de guerra y comenzaron a fabricarla a partir de cultivos de Penicillium desarrollados en baterías de botellas de vidrio. Las cuantías producidas eran insuficientes, por lo que Florey se desplazó a Estados Unidos para persuadir a las compañías farmacéuticas de que fabricaran penicilina. La compañía química americano Pfizer, de Brooklyn, fabricaba ácido cítrico mediante la fermentación de melazas. Posteriormente a numerosas indagaciones adaptó dicho proceso para hacer penicilina. Posteriormente al conflicto bélico, los tres científicos recibieron el Premio Nobel por sus obras, y la penicilina sucedió a estar disponible en la totalidad del mundo.

Pronto se descubrieron otras sustancias activas contra infecciones muy múltiples, que se denominaron conjuntamente antibióticos. Uno de los más conocidos fue la estreptomicina, descubierta por Selman A. Waksman y elaborada en los laboratorios de la compañía farmacéutica americano Merck & Co., de Nueva Jersey. Junto con los artículos antibacterianos isoniacida y ácido p-aminosalicílico, la estreptomicina curaba la tuberculosis, causada por el bacilo de Koch.

La acción eficaz de la isoniacida se demostró de forma simultánea en los laboratorios de Squibb, en Estados Unidos, y de Hoffmann-La Roche, en Suiza. Desgraciadamente para ambas compañías, la sustancia ya se había sintetizado en 1911 como ‘curiosidad química’, por lo que no pudieron hacerse con ninguna que es manifiesto para cubrir el coste de la pesquisa y desarrollo del producto.

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