Al-Andalus: del califato Omeya a la caída del Reino de Granada

En el 929, el emir Abd al-Rahman III adoptó el título de califa, lo que significó la independencia religiosa de al-Andalus y la creación del que pasó a ser conocido como califato de Córdoba. Los califas Omeyas restauraron el orden en el interior de al-Andalus, mantuvieron las fronteras con los núcleos cristianos y extendieron su poder por el norte de África. Fue una época en la que se dieron cita la prosperidad económica y el esplendor de la cultura y el arte. En el último cuarto del siglo X, se estableció en el califato una dictadura militar cuyo fundador fue conocido como Almanzor. En estos años de intensa actividad militar contra los cristianos del norte, se exacerbaron las diferencias entre los grupos étnicos de al-Andalus provocando la ruina del califato de Córdoba (1031) y la fragmentación de al-Andalus en numerosos reinos de taifas. El territorio ibérico musulmán volvió a unificarse bajo el imperio de los almorávides (que gobernaron al-Andalus desde 1090 hasta, aproximadamente, 1146) y de los almohades (cuyo dominio se inició en 1147 y comenzó a llegar a su fin en 1212, tras su derrota en la batalla de las Navas de Tolosa), pero la gran expansión cristiana del siglo XIII disminuyó el espacio dominado por los musulmanes al reino de Granada, que, gobernado por la dinastía Nazarí, pervivió hasta 1492, fecha en la que finalizó el proceso de Reconquista por parte de los reinos cristianos peninsulares.

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