Los apóstoles y la iglesia primitiva en el Nuevo Testamento (Biblia)

Tras el ministerio de Jesús, reseñado en los cuatro Evangelios, el movimiento religioso que había alentado quedó bajo la dirección de los 12 hombres que había denominado para ser sus apóstoles. La mayoría desapareció en la oscuridad y la leyenda de los tiempos, aunque tres de ellos se mencionan como jefes continuadores: Santiago el Mayor, asesinado por Herodes Agripa I en el año 44 d.C. (fecha del fallecimiento del propio rey); Juan, su hermano, que al parecer vivió hasta una edad provecta (Jn. 21,20-24); y Pedro, uno de los primeros mandatarios de la Iglesia de Jerusalén, que igualmente desarrolló varios viajes misioneros y, conforme la tradición, sobrellevó martirio en Roma a mediados de la década del 60. Adicionalmente de los tres, Santiago, denominado hermano de Jesús, se destacó en la Iglesia de Jerusalén hasta que fue asesinado durante un levantamiento popular en el 61. Antes del estallido en Jerusalén de la rebelión judía contra Roma en el 66, los cristianos dejaron la ciudad y no estuvieron mezclados en la violencia que destruyó Jerusalén en el 70.

La mayoría de la atención del registro que aparece en Hechos de los Apóstoles se ocupa en la figura de Pablo, un judío de Tarso que se transformó al cristianismo en las cercanías de Damasco entre el 33 y el 35 d.C. Tras 14 años de silencio Pablo inició a redactar sus epístolas, realizando una obra misionera que le llevó por Siria, Galacia, Asia Menor, Macedonia, Grecia y Roma. Al parecer, sus días terminaron en Roma en los primeros años de la década del 60. Las epístolas de Pablo y Hechos ofrecen al lector algunos datos sobre la vida de estas antiguas comunidades cristianas y sobre su relación con las culturas hegemónicas.

Los demás obras escritas del Nuevo Testamento proporcionan nula información histórica y casi ninguna base para asentir una datación exacta. En general, parecen haber sido escritos por una comunidad de segunda o de tercera descendencia. En estos archivos, los incondicionales inmediatas de Jesús ya han muerto, se han disipado el entusiasmo inicial y las expectativas del retorno definitivo de Jesús para terminar la historia y es incuestionable el menester de preservación, consolidación e institucionalización (véase Escatología; Segunda venida). Se identifica a los herejes y apóstatas, se los ataca y se insta a los integrantes a adoptar una tenacidad que les permita enfrentar a las persecuciones por venir. La Segunda Epístola de Pedro, acaso el último de los obras escritas del Nuevo Testamento que se escribió, muestra un vigoroso esfuerzo por restituir las antiguas expectativas sobre el inminente final de la historia. Este intento de reembolsar el celo y la convicción de tiempos pasados es, en sí mismo, el indicio del final de una época.

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