Linda B. Buck

Linda B. Buck (1947- ), neurocientífica americano que recibió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina del año 2004 por los hallazgos que han apoyado a esclarecer los procesos mezclados en el sentido del olfato a nivel molecular. Concretamente, como destacó el consejo del Premio Nobel en su presentación, Buck y su colega Richard Axel fueron premiados por su hallazgo de los “receptores olorosos y la organización del sistema olfativo”. El trabajo de Buck, especialmente a comienzos de la década de 1990, clarificó cómo se comunican las células inquietas de la nariz y el cerebro, y cómo este es capaz de caracterizar, discernir y rememorar miles de olores desemejantes durante toda la vida.

Nacida en Seattle, Washington, Buck se graduó en 1975 en Psicología y Microbiología en la Universidad de Washington (en Seattle), recibiendo, en 1980, el doctorado en Inmunología del Southwestern Medical Center de la Universidad de Texas (Dallas). Pasó los once años posteriores como investigadora en la Universidad de Columbia de Nueva York, y después ingresó, en 1991, en el Departamento de Neurobiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, en Boston, Massachusetts. En el año 2002 volvió a Seattle, donde comenzó a trabajar en el Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson.

A lo largo de la década de 1980, comenzó a inspeccionar las bases moleculares del sentido del olfato, como estudiante posdoctoral en el laboratorio de Richard Axel en Columbia. Nadie había esclarecido hasta ese momento cómo funcionaba el olfato a nivel molecular. Por ejemplo, cómo los animales tienen la aptitud de olfatear la cercanía de depredadores, considerar los límites territoriales y encontrar alimentos, o cómo, en el ser humano, un olor determinado puede, a veces, evocar recuerdos o asociaciones penetrantes de años pasados.

Los científicos conocían la existencia de más de cinco millones de células inquietas especializadas, o neuronas, en el revestimiento de la nariz (epitelio nasal) y de cómo esas células proyectan cilios hacia el revestimiento mucoso de la nariz. Pero, nadie sabía exactamente como los olores, en la forma de incontables y desemejantes moléculas olorosas inhaladas por la nariz, eran procesados y caracterizados en el cerebro. Buck trató de encontrar los genes específicos y las proteínas conectadas asociadas con el sentido del olfato.

En trabajos con roedores, hizo un uso inteligente de lo que así pues era una técnica nueva en biología molecular, la reacción en cadena de la polimerasa, para amplificar las secuencias genéticas seleccionadas de ácido desoxirribonucleico (ADN) de los roedores. Esto aceptó a los científicos estudiar las secuencias de genes en detalle. Posteriormente a seis años de intentos fallidos y reveses, Buck y Axel consiguieron considerar una familia especial de proteínas sensibles al olor que ellos bautizaron como ‘receptores olorosos’. Un receptor es una estructura presente en la superficie de la célula que permite a esta admitir o acoplarse a sustancias externas. Cuando los receptores olorosos detectan un olor, o molécula olorosa, se configuran en un modelo determinado. Finalmente, Buck y Axel consideraron más de 1.000 genes de roedores asociados con los receptores olfativos. Después, consideraron en torno a 350 de estos genes en los seres humanos.

Buck y Axel observaron que cada neurona sensorial de la nariz determina un único tipo de receptor oloroso. Todas las células inquietas que indican un mismo tipo de receptor se comunican con estructuras específicas denominadas glomérulos presentes en el bulbo olfatorio, el centro destacado de procesado de los olores. Las desemejantes moléculas olorosas activan desemejantes patrones y combinaciones de receptores. Cuando estos impulsos alcanzan zonas específicas del bulbo olfatorio, el cerebro es capaz de hacer un mapa sensorial o un código de mezcla, que permite considerar e inclusive acumular cada olor en la memoria. Esta aptitud de ‘hacer un mapa’ de olores expresa cómo el cerebro es capaz de considerar hasta 10.000 olores desemejantes y cómo, en ocasiones, un olor específico puede desencadenar recuerdos de muchos años atrás.

Posteriormente a comunicar en 1991 sus hallazgos preliminares en un artículo de referencia en la revista Cell, Buck y Axel siguieron pesquisando por separado el procesado molecular de los olores. Concretamente, Buck ha estudiado cómo el cerebro caracteriza sustancias químicas conocidas como feromonas, que están asociadas con el apareamiento y otras conductas en múltiples especies animales.

Adicionalmente del Premio Nobel, Buck ha sido premiada en 1996 con el Premio Unilever Science y, en 2003, con el Premio de la Fundación Internacional Gairdner. En el año 2003 se unió a la Academia Nacional de Ciencias.

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