A pesar de que el estrés puede ejercer alguna influencia sobre cualquier afección, tales como catarro o tuberculosis, y quizás inclusive el cáncer, afecta de forma directa a otras. Los científicos atribuyen al menos parte de este efecto a la historia evolutiva, justificando que en el momento en que había que vivir con perseverantes amenazas físicas por parte de animales salvajes y otros elementos, así como de otros individuos, el cuerpo evolucionó ayudando a administrar estas presiones físicas. El corazón late más deprisa, aumenta la presión de la sangre y otros sistemas corporales se organizan para hacer frente a la amenaza. Cuando alguien reacciona físicamente para salir de una amenaza, estos sistemas retornan a la normalidad. Huir o luchar, denominadas reacción de agresión o fuga, son dos formas acertadas de enfrentar numerosas amenazas físicas. Pero, el conflicto nace en el momento en que el cuerpo está preparado para hacer frente al peligro sin embargo no puede hacerlo. Quedar atrapado en un atasco de tráfico, por ejemplo, puede hacer que el cuerpo se organice para una respuesta de agresión o fuga, sin embargo en el momento en que no se puede tomar ninguna acción, los sistemas corporales se preservan hiperactivos. La reiteración de experiencias semejantes de naturaleza frustrante puede crear estados tales como la hipertensión.
Hay muchos otras circunstancias que igualmente pueden ocasionar cambios producidas por el estrés. Entre los que hoy en día se investigan podemos mencionar un cierto tipo de conducta que los científicos llaman ‘tipo A’, un término que inicialmente se aplicó a personas proclives a afecciones coronarias. El estilo de enfrentamiento tipo A, caracterizado por una competitiva y absorbente magnitud, es común en las sociedades desarrolladas, y cada vez existen más pruebas de que esta clase de conducta está asociada con una incidencia cada vez mayor de varias cambios producidas por estrés.
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