Propulsión del avión

Hay dos sistemas de tracción que permiten volar a un aeroplano: la hélice y la propulsión a chorro. La hélice puede ser movida tanto por un motor de combustión interna como por un motor turborreactor. Debido a su diseño, empuja el aire hacia atrás con sus palas, que penetran en el aire como un tornillo. La propulsión a chorro produce el empuje al aligerar los gases de escape, producto de la combustión, a una velocidad mucho mayor que la que tenía el aire al entrar en el motor. En modelos especiales se han usado motores cohete para suministrar empuje adicional, basándose en el mismo principio de acción y reacción. Un motor de aviación tiene que satisfacer un número significativo de requerimientos: alta credibilidad, larga vida, bajo peso, bajo consumo de combustible y baja resistencia al avance. El componente más significativo es el de la credibilidad, ya que afecta de modo directo al primer requerimiento del transporte aéreo: la seguridad. La vida larga tiene repercusiones financieras atrayentes para la aviación comercial. El peso y el bajo consumo son interdependientes, a mayor peso más consumo y más combustible a atribuir que a su vez igualmente pesa. La baja resistencia al avance se alcanza reduciendo el área frontal, obteniendo con ello menos consumo.

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