Dentro de los cuatro estilos literarios primordiales del Nuevo Testamento, aparecen múltiples formas: poemas, himnos, fórmulas confesionales, proverbios, historias milagrosas, bienaventuranzas, diatribas, listas de imposiciones y parábolas, entre otros. Los estudios actuales han prestado gran atención a la forma literaria no únicamente como elemento importante para la comprensión del contenido, sino igualmente como vehículo mediante el cual el lector puede repartir la experiencia desarrollada en determinado pasaje. Las formas tienen el poder de hacer mundos y constreñir relaciones, y no son meros accesorios del contenido.
En las obras de los especialistas bíblicos de antiguamente se concedía gran atención a la parábola, que durante siglos fue identificada como una alegoría. A finales del siglo XIX el científico bíblico germánico Adolf Jülicher acogió una nueva orientación para realizar la representación de las parábolas. Insistió en que las parábolas del Nuevo Testamento deben ser entendidas como símiles reales más que como alegorías. De este modo, sostuvo que los relatos de Jesús deben comprenderse como ejemplos cuyo significado podía regresarse a enunciar formulando asuntos o propuestas sencillas.
Las parábolas han acudido a ser aceptadas como obras del arte literario con una fuerza y cometido parecido a la de la poesía, por lo cual no deben no dejar piedra sobre piedra, parafraseándolas, resumiéndolas ni compendiándolas. Como arte literario, una parábola no se limita a presentar su argumento, sino que además actúa sobre el lector, desarrollando, modificando o inclusive negando una específica concepción de la vida y de la realidad. Igualmente se están efectuando estudios académicos de otras formas literarias del Nuevo Testamento.
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