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Historia de la religión china

Historia de la religion en China
La religión china es una agrupación de convicciones y prácticas religiosas realizadas en el territorio a lo largo de la historia. Por lo general se consideran o mencionan el confucianismo y el taoísmo como religiones chinas, sin embargo ambas comenzaron siendo filosofías a las que se añadieron fundamentos cosmogónicos y ritos concretos. Tanto Confucio como sus sucesores no dieron relevancia a la idea de los dioses, aunque se volcaron en la acción. Los tan conocidos ‘templos confucionistas’ eran tan sólo monumentos en honor y memoria de los autores del confucianismo. Pero las convicciones de la mayor parte del pueblo chino han sido históricamente diferentes de las filosofías de la elite confucionista que gobernaba el país; de ahí que, hay veces en que se alude al politeísmo autóctono chino como una ‘religión popular’. Los últimos taoístas se apropiaron de muchos de los cultos y ritos de las convicciones conocidos chinas, como igualmente de la estructura religiosa institucional del budismo. Esto ocurrió tras el siglo II d.C. Como consecuencia apareció una corriente de taoísmo religioso, diferente al taoísmo filosófico único, el que se asociaba con los antiguos pensadores chinos Lao-tsé y Zuang-zi. Dentro del taoísmo la división se formalizó adquiriendo los ‘pequeños ritos’, o de menor relevancia, de los diferentes médium, exorcistas y cultos de la religión popular Shenjiao (dioses y espíritus) y los ‘grandes ritos’, o de más trascendencia, de los monjes taoístas.

Desde los tiempos más antiguos, la religión china consistía en la veneración de un panteón de dioses encabezados por Shang Di (‘el Señor en las Alturas’); incluía además la veneración de los antepasados. La forma de adoración más típica era la ofrenda ritual de comida y vino. El culto a los antepasados entre las familias más destacadas de la dinastía Zhou (c. 1100-221 a.C.) se componía de cultos centrados en sacrificios conmemorados en espacios cerrados y solían emplearse recipientes de bronce finamente labrados. Estos sacrificios alimentaban las almas de los clanes de los antepasados y eran considerados fundamentales para que pudiera continuar reinando una dinastía en específico. Los monarcas de la dinastía Zhou hacían sacrificios tanto en honor de sus antepasados, como de Shang Di, al que en forma abstracta veían como Tian (Paraíso o Cielo). De él creían que obtenían el derecho a mandar sobre monarcas de estados vasallos gracias al denominado Mandato del Cielo (tian ming). Los cultos estatales se llevaban a cabo en el mingtang, un recóndito edificio redondo en su parte superior y cuadrado en la inferior; parece ser que esta forma buscaba simbolizar el cielo y la Tierra, respectivamente. Una vez al año el soberano debía dar una vuelta en torno al edificio. El pueblo y los mandatarios ofrecían sacrificios a sus propios antepasados, a la naturaleza de la zona donde vivían y a las deidades de la agricultura. A lo largo del anárquico periodo de los Reinos Combatientes (403-221 a.C.), en el momento en que la dinastía Zhou entró en ocaso por la inaptitud de sus mandatarios para legitimar su poder, los estados feudales suspendieron los sacrificios de sus conquistadores impuestos como parte del proceso de conquista. A lo largo de la dinastía Ch’in (221-206 a.C.) y comienzos de la dinastía Han (206 a.C.-220 d.C.) los conflictos religiosos de las clases mandatarias se encontraban alineados en los Mandatos del Cielo y en hacer legítima la estructura política. Entretanto, existían igualmente los incondicionales del taoísmo espiritual filosófico, una disciplina observativa que por lo general se desarrollaba en zonas apartadas, salvajes y montañosas, donde se mezclaban con el wu, chamanes, médium y otros fieles de la religión popular o convencional. En especial el sur de China tenía una tradición autóctona con fuerte influencia del chamán, brujería y culto a los espíritus. Esta tradición se fue diversificando cada vez más, a medida que China se extendió hacia el sur.

A finales de la dinastía Han florecieron importantes movimientos religiosos. Hubo un taoísta, Zhang Daoling, quien declaraba que en el 142 d.C., en las montañas de Sichuan, había acogido una revelación del erudito taoísta Lao-tsé. Zhang fundó el movimiento Tianshidao (El Camino de los Maestros Celestiales). Esta revelación, bajo la tutela de Lao-tsé, suponía sustituir los cultos conocidos corrompidos (hoy en día Lao-tsé está deificado como un Xian inmortal), además de enfatizar todos los actos que tuvieran relación con la virtud y con la caridad; todo esto se regiría de conformidad con el Dao (Camino, Modo) del Cielo. El culto proliferó en Sichuan, dividiendo a sus seguidores en grupos en torno a los templos locales, pasando a ser conocida como la Sociedad de los Cinco Picotazos de Arroz, por el diezmo con que contribuía cada familia. Muchas de sus doctrinas y procedimientos, tales como el quemar las oraciones escritas como un modo de hacer peticiones y rogativas a un burocrático panteón de dioses, y las representaciones alegóricas del Daodejing de Lao-tsé, se practican aún en la actualidad; otras tradiciones, tales como los rituales sexuales, que eran cuidadosamente organizados cada Luna nueva, eran tradiciones que habían sido rescatadas de las tradiciones agrarias y la mayoría ya no existe hoy en día. Por lo general, los dioses provenían de las tradiciones conocidas o de cultos locales, y fueron acoplados en el nuevo panteón jerárquico. En el año 184 otro conjunto taoísta, los Turbantes Amarillos, comenzaron una rebelión en el este de Shandong. La rebelión consiguió ser acallada, sin embargo el Tianshidao se transformó en el credo oficial de la dinastía Wei (220-265), sucesora de la Han, inaugurando así el ‘taoísmo religioso’ organizado. Basado en las revelaciones recibidas por Zhang Daoling, y dirigido por sus supuestos descendientes, el culto se difundió con rapidez en el norte de China.

La caída de la dinastía oriental Xi Jin (265-317), por la fuerza de los invasores del norte, hizo que muchos refugiados se desplazaran al sur llevando consigo el Tianshidao, provocando que se expandiera por nuevos territorios. Esta secta se opuso a ciertas convicciones locales, sin embargo igualmente incorporó algunas de ellas y los conversos de las más renombradas familias del sur comenzaron a practicar una religión en la que se combinaba el Tianshidao con sus propios cultos. Entre los años 346 y 370 el profeta Yang Xi, apoyado monetariamente por los aristócratas del sur que habían sido desplazados, dictó una serie de revelaciones, que habrían sido concedidas por los seres inmortales del más alto cielo. Su culto, el Mao Shan, combinaba de manera muy inteligente el Tianshidao con las convicciones del sur, consintiendo algunas deidades de las montañas, elementos budistas y profecías milenarias que hacían referencia a una purificación del mundo en forma de cataclismo. Fueron eliminadas algunas de las prácticas del Tianshidao, tales como los ritos de la fertilidad y el diezmo que se concedía al templo; se incluyeron deidades locales (tales como Mao, el espíritu de la montaña, a raíz del que la comunidad recibió su nombre). Otros conjuntos de aristócratas del sur realizaron un sistema que personificaba los conceptos taoístas, transformándolos en dioses; les inventaron liturgias religiosas, la mayoría de las cuales buscaba beneficiar a los adoradores tanto vivos como muertos. En el siglo V este sistema llegó a dominar la religión taoísta. Hubo algunos movimientos semejantes en el norte, en especial por las tardías revelaciones que Lao-tsé hizo al taoísta Kou Qianzhi en el 415. Éstas trajeron consigo una reforma en el Tianshidao (purificándolo de, entre otros elementos, excesos sexuales) e incorporaron un celibato muy semejante al budista, que se transformó en el credo de la dinastía Bei Wei (386-534), que regentaba el estado del norte.

A partir del siglo VI, con la reagrupación de China bajo las dinastías Sui (581-617) y Tang (618-907), el taoísmo religioso se extendió por todo el vasto imperio, transformándose casi en el culto nacional. Predominaron las tradiciones del sur del culto de Mao Shan y admitieron al autor de la dinastía Tang, Li Yuan, como el Mesías que habían esperado durante tanto tiempo. Dentro del imperio el taoísmo tuvo que convivir con otras religiones, entre las que se incluyen el budismo y el nestorianismo. En ocasiones, como ocurrió con las persecuciones de budistas del 845, los emperadores favorables al taoísmo procuraron de imponer estas convicciones forzosamente. Ciertas influencias taoístas se expandieron hasta Corea y Japón, pese a que en ninguno de los dos enclaves el culto taoísta fue establecido de manera oficial. El taoísmo religioso continuó desarrollándose bajo la dinastía Song (960-1279), en el momento en que los descendientes de Zhang Daoling consiguieron el reconocimiento oficial como jefes nominales del taoísmo. El culto de Mao Shan fue restaurado con el nombre de Zhengyidao (El Camino de la Unidad Ortodoxa), mientras que en el norte de China florecieron sectas nuevas, tales como la de Zhentadao (Dao Grande y Perfecto) y la de Taiyi (Unidad Suprema); éstas aparecieron después que la dinastía Song fuera expulsada hacia el sur del río Yangtzé en 1126. Los monarcas mongoles de la dinastía Yuan (1279-1368) favorecieron en forma muy especial a la secta monástica Quanzhen (Realización Perfecta). Bajo el dominio de dinastías posteriores, la religión taoísta desarrolló la doctrina de las Tres Religiones (Sanjiao), que reflejaba la unión fundamental del confucianismo, el taoísmo y el budismo. Los emperadores de las posteriores dinastías dirigían preces al cielo anualmente, durante el solsticio de invierno, en el altar circular del cielo, en Pekín. La techumbre del altar está abierta al cielo, y el culto constituía una mezcla de conceptos cosmogónicos y religiosos convencionales.

Desde 1949, año en que los comunistas se hicieron con el poder en China, el taoísmo religioso, tal y como la mayoría de los otros credos convencionales chinos, fue víctima de persecuciones. El patriarca taoísta número 63, un descendiente de Zhang Daoling, tuvo que refugiarse en Taiwán, con fuerte implantación taoísta desde el siglo XVII. Hoy en día, Taiwán, Hong Kong, Singapur, Malasia y otras áreas de asentamiento chino externas a la República Popular China constituyen los centros más destacadas de la actividad religiosa taoísta; sin embargo, las tradiciones se han mantenido en la China continental, y de algún modo están llegando a resurgir, pese a las desfavorables circunstancias en que quedaron tras la persecución religiosa comunista.

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