Abanico

Abanico, instrumento empleado para mover el aire próximo y sosegar la sensación de calor. A lo largo de la historia y en las múltiples regiones cálidas del planeta han diversificado de tamaño, forma y materiales de fabricación.

Los primeros de los que se tiene conocimiento histórico son los abanicos de plumas de los arcaicos egipcios, grandes piezas manejadas por prisioneros que servían para refrescar al faraón y espantar los insectos. En la China milenaria, en cambio, era un pequeño objeto personal, más decorativo que útil, fabricado en todo tipo de materiales suntuosos: seda, papel pintado, plumas, marfil o caña de bambú. Pero, no fue hasta el siglo VII d.C. en el momento en que un artesano japonés inventó el abanico plegable que es conocido en la actualidad, inspirado en el mecanismo de las alas de un murciélago. En el país nipón se fue convirtiendo en un objeto ritual, especializado para cada situación, que alcanzó su máximo renombre en las piezas desarrolladas durante el siglo XVI para el teatro nō. En el siglo XVI el abanico plegable llegó a Europa, a lo largo del siglo XVII se fue consolidando una industria especializada y en el siglo XVIII se había popularizado absolutamente, en especial en los países mediterráneos. Donde más se difundió su empleo y fabricación fue en España, y desde allí se difundió por las colonias americanas de climas cálidos.

Utilizado en mayor medida por las mujeres (aunque los hombres igualmente utilizaban uno de menor tamaño que podían guardar en los bolsillos del gabán), las varillas solía ser de marfil, nácar o madera, y el país (la superficie desplegable que agitada las varillas) de vitela, encaje, tela o papel. Igualmente podía fabricarse sin país, en cuyo caso se conocía con el nombre de abanico de baraja. Una de las curiosidades que agregó la cultura hispana fue la lengua secreta del abanico, empleado para concertar citas amorosas en circunstancias tan inapropiadas como la misa o los paseos familiares. De este modo, gracias a los escritores costumbristas del siglo XIX, la imagen tópica de la mujer española o latinoamericana quedó conectada sin remisión a su expresivo abanico.

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