Italiano moderno

A lo largo de los siglos XV y XVI las gramáticas han procurado de proveer al toscano la condición de idioma italiano clásico, en su pronunciación, sintaxis y léxico. Por lo que en ocasiones, al considerarlo clásico, pudiera haberlo transformado en otra lengua muerta, sin embargo no ha acontecido así porque ha consentido los cambios ineludibles en cualquier lengua viva. Los diccionarios y las publicaciones de la Accademia della Crusca, que se creó en 1583 y que es la autoridad oficial en materia lingüística para los italianos, realizaron con triunfo una norma, que tuvo en cuenta tanto el purismo clásico como la lengua viva toscana.

El italiano coetáneo conserva algunas características del latín, sin embargo su léxico ha experimentado los cambios indispensables para nombrar las circunstancias de vida de sus hablantes. Los cambios fonéticos habidos desde el latín están evidenciados en su ortografía, que es prácticamente fonética, por lo que cualquiera que sepa latín o cualquier lengua románica aprende italiano con facilidad. La discrepancia más eminente que hay entre el italiano y el francés o el español arraiga en la formación de sus plurales, que no se realizan añadiendo -s o -es, sino que los femeninos acaban en -e, y los masculinos en -i; la razón es porque los nombres no derivan del acusativo, sino del nominativo, y se han extensivo como formas plurales -ae y -e de la primera declinación (nombres femeninos), e i de la segunda declinación (nombres masculinos).

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