Alonso Cano

Alonso Cano (1601-1667), pintor, escultor y arquitecto español, fue una de las figuras más importantes del barroco.

Nació en Granada en 1601, hijo de un tracista y ensamblador de retablos. En 1614 se desplazó a Sevilla y dos años después entró como aprendiz en el taller de Francisco Pacheco, donde conoció a Velázquez. En 1638 se desplazó a la capital como pintor y ayuda de cámara del conde-duque de Olivares. Tras su paso por la corte madrileña, donde entró en contacto con las colecciones reales y la pintura veneciana del siglo XVI, el tenebrismo de sus primera obras deja paso a un estilo idealizado, clásico, de una calidad parecido a la de los mejores pintores españoles, que huye del realismo en favor de las formas delicadas, hermosas y graciosas, al igual que hizo igualmente con sus obras escultóricas y arquitectónicas. Tras el fallecimiento de su segunda cónyuge en extrañas circunstancias, huyó a Valencia para desbandarse de la acusación de homicidio que pesaba sobre él y se refugió en la cartuja de Porta-Coeli. En 1945 volvió a Madrid y en 1652 se desplazó a Granada, donde fue nombrado racionero de la catedral y falleció quince años después. De esa última etapa es su obra maestra como pintor, una serie de siete lienzos sobre la Vida de la Virgen (1654) para el altar mayor de la iglesia.

En lo que respecta a su labor como escultor, por la que es más conocido, Alonso Cano se formó en el taller de Martínez Montañés, realizando copiosas esculturas de asunto religioso en madera policromada. De su maestro acogió la contención expresiva y el clasicismo formal, añadiendo su gusto personal por lo delicado y menudo. Entre sus primeros trabajos de la etapa sevillano se hallan el retablo de Nuestra Señora de la Oliva (Lebrija, 1629-1931) y el San Juan Bautista de la iglesia de San Juan de la Palma de Sevilla (1634), así como varias Inmaculadas y figuras del Niño Jesús. Durante su etapa en Madrid dejó temporalmente la escultura hasta su vuelta a Granada. Entre sus últimas obras sobresalen las cuatro esculturas monumentales de San José, San Antonio de Padua, San Diego de Alcalá y San Pedro de Alcántara para el convento del Santo Ángel, destruidas a lo largo del conflicto bélico de la Independencia.

Como arquitecto diseñó la fachada de la catedral de Granada (1667), en la que destaca el fascinante efecto de profundidad, conseguido al rehundir sus tres grandes arcadas, y su gran riqueza decorativa.

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