La literatura latina medieval continúa la tradición de la literatura cristiana primitiva. San Isidoro de Sevilla convocó un compendio de la cultura de su etapa en los veinte obras escritas de las Etimologías (623), que sirvieron como obra de referencia durante la edad media tardía. El género histórico fue igualmente importante durante este periodo, con algunas obras atrayentes desde el enfoque literario. En el 731, el inglés Beda el Venerable escribió versos en latín, además de concluir una inestimable historia de la Iglesia en su país. La obra en prosa más admirada de su etapa fue la biografía de Carlomagno escrita por el erudito franco Einhard.
La corte de Carlomagno convocó a un eminente conjunto de poetas. Destacan entre ellos el erudito inglés Alcuino de York y el erudito arzobispo de Maguncia Rabanus Maurus, que pudo ser el autor del espléndido himno “Veni Creator Spiritus”. Igualmente fue esta una etapa de ejemplos importantes en poesía litúrgica. La forma conocida como secuencia, cantos en latín para ser producidos durante la misa, apareció en el siglo IX y está específicamente asociada a Notker Balbulus, de la abadía de Gall.
Diversas clases de poemas largos fueron igualmente característicos de la primera etapa de la edad media. La historia de Reynard the Fox, una fábula de animales, apareció en versos latinos en el siglo X. Igualmente se escribieron poemas épicos más serios. Especialmente eminente es el poema heroico Waltharius, atribuido al monje suizo Ekkehard I el Viejo, inspirado en la vida del monarca Walter de Aquitania.
Gran parte de la mejor poesía de la edad media fue anónima, en especial los versos líricos de la literatura goliárdica, escritos por estudiantes y monjes vagabundos, que cantaban los placeres de la bebida y el amor carnal, y ridiculizaban al clero y a la poesía devota convencional. Estos poemas anónimos se preservan en varios manuscritos. Uno de los más conocidos es Carmina Burana. Entretanto continuó escribiéndose poesía religiosa, con ejemplos notorios como la secuencia emotiva, igualmente usada como himno, “Stabat Mater Dolorosa”, de Jacopone da Todi, y el impresionante “Dies Irae”, del fraile italiano Tomás de Celano.
Se conserva un número considerable de obras de teatro religiosas medievales que son predecesoras directas del drama moderno. Desarrolladas en un entorno de servicios litúrgicos, incluyen las formas conocidas como misterios (véase Autos). La monja germana Hrosvitha adaptó las técnicas trágicas de Terencio a asuntos cristianos con resultados curiosos. Pero, al margen de su obra, estos dramas son, en su mayoría, anónimos.
La prosa de ficción fue igualmente cultivada dentro de la literatura en latín popular, en términos generales en forma de cuentos cortos; ejemplos de ellas son las colecciones ampliamente leídas del siglo XIII que es conocidon por Gesta romanorum. La Legenda aurea, una recopilación de vidas de santos (véase Hagiografía) del arzobispo de Génova Jacobo de Voragine, igualmente fue muy popular.
A lo largo de este periodo el latín sirvió como lengua de cultura en Europa y se conserva un vasto conjunto de prosa especializada, como la filosofía escolástica. Algunos filósofos, como el erudito francés Abelardo, escribieron obras de merecimiento literario. Sus poemas de amor y canciones seculares se han perdido, sin embargo se preservan sus himnos religiosos y la correspondencia penetrante y emotiva con su querida Eloísa. Dos obras importantes del poeta erudito Alain de Lille, Anticlaudianus y De planctu naturae, son intentos alegóricos y filosóficos por determinar el lugar de los seres humanos en el universo natural. Pese a que los escritores comenzaron a emplear las lenguas vernáculas cada vez más, los tratados técnicos siguieron escribiéndose en latín. El gran poeta italiano Dante Alighieri usó la lengua latina en tratados sobre el rol de la monarquía (De monarchia) y sobre los usos de la lengua italiana (De vulgari eloquentia).
— 609 visualizaciones.