Judaísmo: el exilio de Babilonia

El exilio del pueblo de Judá a Babilonia en el 586 a.C., fue un hito histórico para la religión de Israel. Desde ese momento, la historia de Israel fue representada a la luz de los capítulos del año 586; desde ese momento se fijó el Pentateuco y los cánones de las obras escritas proféticos e históricos del Antiguo Testamento. Los profetas Ezequiel e Isaías creían que Yahvé se había servido de Babilonia para castigar a los israelitas por sus pecados y que, por resultante, Él tenía el poder de liberarlos del cautiverio, si es que se arrepentían.

Se desarrolló una legítima religión monoteísta, en la que el Dios de Israel era visto como el Dios que dirigía la historia universal y el destino de todas las naciones. El optimismo mesiánico que apareció a partir del exilio de Babilonia, para conquistar resarcir el reino de Judá bajo el liderazgo de un vástago de la estirpe de David, parece esclarecerse completamente en el momento en que Ciro II el Grande, tras apresar Babilonia en el 539 a.C., autorizó la repatriación del pueblo subyugado y la restauración del Templo. Pero, el restaurado Estado de Judá no consiguió alcanzar completamente esta optimismo, porque los persas no permitieron la reposición de la monarquía de Judá, sino únicamente el instauración de un estado administrado por un sumo sacerdote.

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