Hepatitis virales

Hepatitis A

Se difunde por vía digestiva (manos, alimentos, agua o excreciones contaminadas). Sus brotes se suelen hacer en comedores públicos, en especial durante la infancia. En algunos países (por ejemplo, en América Central) es endémica: la padece toda la población (que por consiguiente está inmunizada a partir de la infección aguda) y el visitante corre grave apuro de contraer la afección. Los individuos con hepatitis A pueden contagiar la afección a otras personas hasta dos semanas antes de que aparezcan los síntomas. Adicionalmente de las expresiones generales propias de una hepatitis, como náuseas, fatiga e ictericia, la hepatitis A puede cursar igualmente con diarrea. No hay un tratamiento efectivo frente a la hepatitis A. La mayoría de los enfermos se recobran de la afección sin secuelas, aunque algunos pocos casos pueden requerir un transplante hepático.

Hepatitis B

Se difunde por contacto sexual y por vía placentaria (de la madre al feto). Igualmente se difunde por sangre contaminada con el virus de la hepatitis (véase Hepadnavirus) o productos que han estado en contacto con ella: transfusiones con sangre no estudiada (en la mayoría de los países es imprescindible evidenciar la ausencia del virus en la sangre), jeringas y agujas no estériles (debe utilizarse material desechable), navajas de afeitar o rasurar, cepillos de dientes, y material odontológico o quirúrgico no estéril. El virus se halla en casi todos los fluidos corporales de las personas infectadas: saliva, lágrimas, semen, leche, líquido sinovial, etc. Todos estos líquidos podrían llegar a ser infecciosos aunque mucho menos que el suero sanguíneo; así, la saliva podría ser una vía de transmisión del virus de la hepatitis B, aunque de nula eficacia.

Es responsable de más de 250.000 fallecimientos al año en la totalidad del mundo, en especial en África, el Sureste asiático, Alaska, China y el Amazonas. Si la contaminación por el virus es actual, se debe administrar gammaglobulina con anticuerpos específicos: el apuro de contraer la afección disminuye de forma tajante. Un 1% de los infectados desarrollan una necrosis hepática aguda y masiva que produce el fallecimiento sin remedio. Un 20% de los infectados desarrolla una hepatitis grave clínica que genera una cirrosis. En otro 20%, la infección hepática es silente, sin embargo igualmente se acaba desarrollando cirrosis. Un porcentaje de los pacientes con cirrosis o hepatopatía grave acaban padeciendo cáncer de hígado. El resto de los pacientes desarrollan anticuerpos defensores frente al virus y se curan de la afección. En 1965 el médico americano Baruch Blumberg identificó en la sangre infectada un constituyente proteico de la cubierta del virus que fue denominado antígeno Australia (Au) y que se corresponde con los denominados antígenos de superficie o HbsAg. Hoy en día se estudia esta proteína en todas las bolsas de sangre para transfusión. Blumberg recibió el Premio Nobel en 1976.

En 1977 el médico italiano Mario Rizzetto identificó el virus de la hepatitis delta. Es un virus que no puede replicarse por sí mismo, pues precisa la presencia de una infección por virus del tipo B para poder comunicarse. Produce la hepatitis D (por consiguiente, siempre asociada a la B), que igualmente puede hacerse grave y terminar en cirrosis. La hepatitis D se difunde por las mismas vías que la hepatitis B, esto es, a través de relaciones sexuales o por contacto con sangre contaminada.

Hepatitis C

El virus de la hepatitis C fue citado en la década de 1980. Su vía de transmisión es igual que la de la hepatitis B y hasta que fueron descubiertos sus anticuerpos no fue posible detectar el virus en la sangre, por lo que su destacado mecanismo de contagio fue a través de transfusiones de sangre. Hoy en día todas las bolsas de sangre se comprueban para reutilizar las que están infectadas por hepatitis C. Algunos casos de hepatitis C se resuelven naturalmente, sin embargo el 80-85% de los casos progresan a una hepatitis grave, que en muchos casos no cursa con síntomas por lo que la infección pasa inadvertida y apenas es detectada en un estudio de rutina.

Otras hepatitis

El virus de la hepatitis E se encuentra en las heces y se difunde por vía digestiva, a través del agua o alimentos contaminados, como la hepatitis A, sin embargo, a discrepancia de ésta, no causa epidemias. El virus de la hepatitis G igualmente ha sido citado y en la actualidad se están realizando indagaciones sobre esta hepatitis.

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