Abstencionismo, posición política que supone no ejercer el derecho al voto por razones políticas o morales. Frecuentemente consiste en un tipo de conducta unido de una crítica al sistema de democracia representativa y que manifiesta específica desafección por el sistema político o desconfianza en la oportunidad de que el voto contribuya a un cambio real.
A lo largo de las últimas décadas del siglo XIX y las iniciales del siglo XX el abstencionismo se transformó en parte constituyente de los programas políticos de dos movimientos revolucionarios, el anarquismo y el sindicalismo, que se sirvieron de él como instrumento de estudio del concepto de representación y de la democracia de masas, o como instrumento para estimular la acción directa del proletariado. Ya William Godwin, el primer ejemplo del anarquismo filosófico, había indicado los defectos inmanentes a la democracia representativa, que para él se fundaba en un mecanismo institucional que, por una parte, desnaturalizaba la cometido de la delegación y, por otra, conducía de modo inexorable al dominio de las mayorías sobre las minorías, concluyendo que el voto era un método artificioso e ilusorio para hacerse con la libertad. Mijaíl Alexándrovich Bakunin, jefe de los anarquistas tras su expulsión de la I Internacional, se enfrentó así pues a la lucha por el sufragio universal un proyecto de insurrección general de los obreros industriales y los campesinos. Seguidamente, los teóricos del sindicalismo cambiador, entre los que figuraba Georges Sorel, sostuvieron el menester de concentrar todas las fuerzas del proletariado industrial en la huelga general.
Actualmente, la abstención se ha aumentado en casi todos los países occidentales, especialmente en forma de desafección o desconfianza del sistema político. Incluso, en algunas ocasiones (especialmente en determinados referendos), algunos políticos han animado a los votantes a abstenerse con la tentativa de invalidar la legitimidad de la consulta electoral por falta del quórum necesario.
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