Orígenes del aislacionismo

El aislacionismo americano tiene sus raíces en el conflicto bélico de Independencia de Estados Unidos y en su división de Europa. Sólo el menester militar forzó al Congreso Continental a sellar una alianza formal con Francia en 1778. Los primeros mandatarios apoyaban los tratados comerciales que llevarían a una expansión del comercio, sin embargo advertían contra los pactos militares y políticos a largo plazo lo que esto implicaba. El presidente George Washington en su alegato de despedida (1796), aconsejó a los americanos que se mantuviesen distanciados de las alianzas estables y el presidente Thomas Jefferson igualmente advirtió contra las ‘alianzas engorrosas’. En Estados Unidos, defensor de la república como forma de gobierno, tras el conflicto bélico con el Reino Unido (1812-1815), creció el pavor a una posible reacción europea, expresión de la política absolutista y monárquica de la Santa Alianza, lo que condujo al presidente James Monroe a establecer la denominada Doctrina Monroe, que negaba una posible mediación europea, tanto de España como de Francia, en los asuntos del continente americano, cuyas nuevas naciones terminaban de independizarse de España. ‘América para los americanos’ fue una aplastante consigna de la etapa. Durante la mayoría del siglo XIX, los americanos consideraron el aislacionismo como un principio inquebrantable. Las circunstancias que favorecieron el aislacionismo fueron, la situación geográfica (dos grandes océanos y un polo norte helado componían formidables impedimentos contra hipotéticas invasiones), países vecinos que no eran una amenaza militar y un equilibrio de poder entre las primordiales naciones de Europa.

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