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El capitalismo y su desarrollo

Capitalismo y su desarrollo
El capitalismo, o modo de producción capitalista es una forma de organización social marcada por la separación entre los propietarios y controladores de los medios de producción (maquinaria, materias primas, instalaciones, fábricas…) y aquellos que no poseen ni controlan los medios de producción, dependiendo de exclusivamente de la venta de su fuerza laboral, a través de salario, para sobrevivir.

El capitalismo comenzó su formación en los siglos finales a la edad media, cuando poco a poco las formas artesanales de trabajo – concentradas principalmente en los gremios – fueron dando lugar a una división social del trabajo por el cual los maestros artesanos pasaron a tener la propiedad de las herramientas y materias primas, llevándolos a contratar a personas que con su trabajo producían las mercancías. Era el comienzo de la ruptura con la clásica organización social basada en la servidumbre entre señores feudales y siervos.

Un mercado de intercambio entre los diversos tipos de mercancías (productos y personas) garantizaría la venta de lo que era producido, ejerciendo el salario un papel fundamental en el mercado, en virtud de su función de intermediario en la realización de los intercambios. El intercambio de esas mercancías garantizaría un lucro al capitalista. Para algunos estudiosos del capitalismo, el lucro sería procedente de la venta de mercancía en el mercado por un precio superior al que costó para su producción. De esta forma, el lucro se encontraría en la realización del comercio.

El intercambio de estos bienes supondría un beneficio para el capitalista. Para algunos estudiosos del capitalismo, sería la ganancia de la venta de las mercancías en el mercado por un precio más elevado de lo que cuesta para producirlos. De esta manera, el beneficio sería en el mercado de comercio.

Para algunos críticos del capitalismo, la ganancia del capitalista proviene de la diferencia del valor de los salarios pagados a los empleados en relación al valor total producido por él, en el período en el cual él ejecutó la acción del trabajo.

El origen del beneficio del capitalista puede ser dado en la plusvalía. Este concepto se refiere al valor que el trabajador asalariado genera por encima del valor de su fuerza de trabajo y del cual se apropia el empleador. La persona que ganó mayor notoriedad por señalar la plusvalía como inicio de la ganancia fue el alemán Karl Marx, cuya obra principal, el Capital, pretendió analizar el funcionamiento del capitalismo.

La plusvalía sería el resultado de una relación social de producción, cuya organización de proceso de trabajo tendría como principal característica la división entre quienes poseen y controlan los medios de producción y quienes no tienen propiedad o control de los medios de producción, obligados a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario para sobrevivir. Esta división sería la base para la división de la sociedad capitalista, entre dos clases antagónicas: la burguesía empleadora y los trabajadores asalariados.

La expansión de las fuerzas de producción y organización del trabajo capitalista, con los salarios y la explotación de la plusvalía, proporcionó un avance tecnológico que se conoce como la Revolución Industrial. Este hecho histórico se produjo en Inglaterra en el siglo XVIII, con ampliación posterior a los países de Europa occidental y los Estados Unidos en el siguiente siglo, quedándose establecido definitivamente en el siglo XX.

La necesidad de explotación de la plusvalía para la producción de capital y su acumulación condujo al fortalecimiento de las relaciones sociales de producción capitalista. En el aspecto económico, resultó en el desarrollo industrial, la tecnología y los medios de comunicación, así como en la integración entre los distintos centros de producción y sitios de comercio para garantizar la realización del comercio de mercancías. También tuvo como consecuencia la creación del sistema financiero, que dio a las instituciones bancarias un papel activo en el control del capital y sobre la circulación del mismo.

Pero las relaciones sociales de producción capitalista en desarrollo dependían de un Estado y su necesidad de reestructurarse para asegurar la explotación de la plusvalía. Hubo la necesidad de una nueva conformación política de la sociedad para que las relaciones sociales de producción se desarrollaran con mayor libertad. El principal evento que marca esa nueva conformación política fue la Revolución Francesa de 1789, que a través de una acción violenta creó las instituciones clásicas del capitalismo, como el Parlamento, los códigos legales, un ejército moderno y la constitución de un poder ejecutivo. Esa sería la clásica estructura política del capitalismo.

A lo largo del siglo XIX y principios del siglo XX, el desarrollo del capitalismo ha conducido a una intensa concentración de capital, con la creación de grandes conglomerados económicos; la transformación de un gran contingente de personas en trabajadores asalariados y a la aparición de numerosos países que pretendían crear las condiciones para el desarrollo capitalista en sus fronteras. De esa expansión resultó el colonialismo y la Primera Guerra Mundial, ya en el siglo XX.

Por otro lado, la explotación de la plusvalía causó la miseria de un número creciente de trabajadores, que han estado luchando por mejoras en sus condiciones de vida y trabajo. Para ello, crearon sindicatos y diversas formas de asociación de los trabajadores (comités de fábrica, cooperativas…) a través de los cuales canalizaron una lucha en defensa de la garantía de derechos. Con la acumulación de experiencias, los trabajadores pasaron a percibir la necesidad de alcanzar el poder político y económico, en el Estado y en las empresas, para que la explotación de la plusvalía fuese extinta. Con eso, conquistaron el derecho al voto, el derecho de organización y el derecho de huelga.

Como había sido necesaria una acción violenta para instituir el capitalismo con estructuras económicas y políticas apropiadas, los trabajadores también vieron necesarias acciones violentas en la toma de poder. En el inicio del siglo XX, revoluciones contra el capitalismo surgieron en algunos países, entre ellas, la Revolución Rusa de 1917. Después de apartar a los enemigos, los revolucionarios rusos victoriosos anunciaron la construcción del socialismo, lo que sería una manera de organización social antagónica del capitalismo. El camino principal a esta construcción pasaría por el control que el Estado tendría en el mercado para el intercambio de bienes, planificación de la producción económica y la organización de la sociedad según estos preceptos sobre todos los otros ámbitos sociales.

La Segunda Guerra Mundial concluiría con la división del mundo entre los países capitalistas y los llamados países socialistas: los primeros eran adeptos al libre mercado y los segundos eran partidarios de un control del Estado sobre la economía.

La planificación económica del Estado fue promocionada como el contrario del mercado capitalista, en que las empresas privadas prevalecieron los intereses, y hay un intercambio libre, conforme a los intereses de sus agentes. Esta situación impedía una racionalización de la producción. Además, el Estado como propietario de los medios de producción llevaría a fin de la explotación de los activos, ya que no habría ninguna propiedad privada del trabajo no remunerado. El Estado se fusionó con el interés colectivo.

Pero el desarrollo histórico del capitalismo nos lleva a preguntar si había una diferencia entre uno y otro tipo de organización social. Los Estados Unidos, el país ejemplar del capitalismo de libre mercado, experimento una fuerte interferencia y planeamiento de Estado después de la década de 1930, como la recuperación de los estragos de la crisis económica de 1929, actuando como un agente activo en la concentración de capital. La URSS, el símbolo del socialismo, mantuvo la explotación de la plusvalía, ya no con los dueños de los medios de producción, sino con los gestores y una burocracia partidaria y estatal que controlaba el trabajo de millones de trabajadores y se apropiaba del trabajo no remunerado a través de los privilegios derivados de los cargos que ocupaban en el partido, en las empresas y en el Estado.

Existen varios críticos que señalan los dos modelos como dos formas de realización del capitalismo. Por otro lado un capitalismo formado por grandes empresas que controlan varios sectores del mercado dicho de libre competencia, realizando, en realidad, una planificación de mercado, en virtud de la cantidad de capital acumulado. De otro, un capitalismo de Estado, en el cual las instituciones estatales controlan las empresas y planean los mercados, principalmente a través de los gestores de esas instituciones. El elemento común sería la permanencia de explotación de plusvalía de los trabajadores por burgueses y gestores (burócratas de las empresas y el Estado) ya que aquellos continúan apartados del control de los medios de producción y de la capacidad de decidir sobre la organización de las relaciones sociales de producción.

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