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El faraón

Faraon
En la historia del antiguo Egipto, la formación de un imperio centralizado tenía presencia llamativa en los diversos momentos que organizó la formación y la trayectoria de la sociedad y de las instituciones políticas de esta población. Antes de que se originase tal forma de gobierno, los egipcios se organizaron alrededor de la autoridad de nomarcas, jefes locales que tuvieron papel protagónico para las actividades económicas, políticas y administrativas de una comunidad en particular.

Sin embargo, la expansión de estas comunidades, también conocidos como nomos, estableció la integración de varias personas que antes vivían independientemente. Así, si se instituye un tipo de integración que extrapoló la necesidad de desarrollo de la agricultura y abrió camino para la circulación de productos y personas a lo largo del territorio egipcio. Paralelamente, bajo el ámbito político, la figura del nomarca no detenía más las condiciones necesarias para ordenar las tareas de toda sociedad.

Fue en ese contexto en que el Antiguo Egipto fue primeramente organizado por dos reinos distintos: el Alto Egipto o Tierra del Sur y el Bajo Egipto o Tierra del Norte. Esa primera experiencia política de trazo más centralizador alcanzó su ápice cuando el rey del Alto Egipto, Menes I, realizó el proceso de unificación política que lo transformó en el primer faraón de la historia del Antiguo Egipto. A partir de entonces, alrededor del 3200 a.C., una nueva fase de la historia política de los egipcios daba sus primeros pasos.

El faraón fue un gobernante con amplios poderes en territorio egipcio. Gracias a los poderes a él invertidos, podría colocar la mayoría de la población bajo el comando por medio del eficiente sistema de trabajo servil que organizaba tal sociedad. Siendo el Estado el único propietario de tierras, el faraón era responsable de la conducción de las actividades agrícolas de toda la nación. Además, también cabía a él orientar cuáles serían las obras públicas y demás construcciones a ser ejecutadas por los siervos.

A pesar de la autoridad faraónica tiene visible presencia en el interior de la sociedad egipcia, debemos destacar el importante papel desempeñado por el cuerpo de auxiliares que apoyaron al faraón. Un gran conjunto de funcionarios públicos, militares de alto rango, fiscales y escribas, eran utilizados para que el faraón estuviese al tanto de todas las informaciones necesarias para la conducción de su gobierno. Solamente así podemos comprender la sustentación de esta forma de gobierno centralizado.

Además de estas importantes funciones del contexto político y administrativo, también cabe destacar que el faraón tenía importancia fundamental dentro del sistema de creencias del pueblo egipcio. Según la religión egipcia, el faraón era considerado como la encarnación del dios Horus, divinidad de gran importancia para la civilización. Para la población, la felicidad del monarca era de fundamental importancia para que las colectas tuviesen buen rendimiento y que ninguna calamidad alcanzase a la población.

Con eso, cuando notamos que el faraón asumía funciones de carácter político y religioso llegamos a la conclusión de que la sociedad egipcia era políticamente controlada por una teocracia. Ese término es usualmente empleado a toda aquella forma de gobierno donde los líderes políticos convergen funciones decisorias y, al mismo tiempo, religiosas en el interior de una sociedad. En otras civilizaciones podemos ver que la teocracia asumió otras características de aquellas adoptadas en el Antiguo Egipto.

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