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buhardilla

buhardilla
La romántica buhardilla, cuna y nido del arte más romántico del cambio de siglo parisiense, debe su nombre, en cambio, a algo realmente poco romántico.
En efecto, buhardilla no es sino el diminutivo lexicalizado, es decir, ya convertido en palabra por sí mismo, de buharda, que es la normal y esperable evolucion de bufarda, voz que se conserva aun en algunos pueblos con el valor de ‘agujero abierto a ras de tierra como respiradero en el horno de carbon’. Y esto es así porque la bufarda deriva de bufar, es decir, la ‘accion de resoplar el animal o el aire por un respiradero’, como cuando decimos Pepe está que bufa, porque nos recuerda al animal enfadado o a la chimenea en plena actividad.
En cuanto al origen del verbo, solo puede decirse que se trata de una onomatopeya, es decir, que recuerda por su sonido a la cosa que significa, en este caso al aire soplando con fuerza, como ocurre, por ejemplo, con borboton, palabra que parece imitar el ruido de un liquido que mana con fuerza.
Siguiendo con nuestra buhardilla, concluyamos diciendo que su presencia en el origen de la palabra se debe a que, como es logico, la salida de humos de las estufas y calderas tiene que situarse en la chimenea (de un edificio, de una fábrica, o de un barco). Cuando los constructores ponian a la venta las partes menos habitables de la casa, el sotano y la parte superior, realmente estaban vendiendo, en este ultimo caso, el lugar por donde el aire donde bufa, es decir, la bufarda o buharda que, contra inhospita e incomoda, era pequeña, lo que le mereció el oportuno diminutivo de buhardilla.

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