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Zeus

Zeus
De Zeus dependía el orden y la justicia entre los hombres, la fecundidad, pero también la lluvia y las tormentas, con rayos, truenos y relámpagos, que simbolizaron el poder. Procuraba el respeto de las jerarquías entre los mortales, como también lo hacía entre los dioses, vigilaba la hospitalidad en el mundo, protegía a las familias, los linajes y las casas, garantizaba casamientos, defendía la ley y sus códigos reguladores. Protegía el orden social, como hizo cuando mató a Asclepio, divinidad de la medicina que resucitará algunos muertos, lo que podía, según Zeus, alterar el orden del Universo, del que él era guardián. Se sometía a los dictados del destino, que interpretaba; así lo hizo cuando, por ejemplo, pesó los destinos de Aquiles y Héctor, intermediando con Hades para el curso del destino de este último héroe. Pero también ayudaba a determinar el destino, pues tenía dos jarras a la entrada de su palacio, una con el bien y la otra con el mal, que distribuía de forma equilibrada. A veces usaba apenas una de las jarras, principalmente la del mal. En las numerosas aventuras amorosas, Zeus tenía que tener una postura sobria y nunca ceder a caprichos, asumiéndose como un dios responsable, pus de una sus grandes prerrogativas era ser un dios providencial. Pero incluso en la pasión alineó siempre por este diapasón de la responsabilidad del panteón y del pueblo griego.

Fue a partir de los poemas homéricos que se definió la leyenda de Zeus, con sus propiedades y atributos, genealogías y aventuras, la figura del dios con poder supremo y universal. La evolución de su personalidad incluso llevó a que entre los filósofos estoicos se considerase a Zeus como un dios único, encarnando el Cosmos, cuyo pensamiento se traducía en las leyes del mundo.

Como dios olímpico, perteneció a la segunda generación. Su padre era un Titán, Cronos, y su madre la titánide Rea. Como su padre, Zeus también era el más joven de su linaje. Cronos, advertido por un oráculo de que uno de sus hijos le derrocaría, comenzó a devorar a uno por uno (Poseidón, Hades, Deméter, Hera y Hestia), conforme nacieron, a excepción del sexto, Zeus. Nacido en la penumbra de la noche (para unos en creta, en un monte – el Egeo, o en la Ida o en el Dicte; para otros en Arcadia) en secreto, acabó por ser salvado por su madre, que habría envuelto una piedra en los pañales del niño y ofrecido a Cronos que, pensando que se trataba del recién nacido trató de devorarlo. Zeus estaba a salvo, habiendo sido criado en Creta, como es apuntado por casi todos sus mitógrafos. Fue amamantado en una cueva en la isla por Amaltea, una ninfa o una cabra, como muchos sostienen, porque el joven Zeus había sido custodiado por las ninfas – de las que después Zeus vino a usar la piel, la égida, que mucho lo protegió en combates futuros. Para que Cronos no escuchase el lloro del niño, los Curetes, encargados de custodiar a Zeus, bailaron al son de tambores.

Ya como adulto, Zeus fue aconsejado por la titánide Métis (Prudencia), embarcándose en la conquista del poder entre los dioses. Con una droga proporcionada por Métis y que forzó a su padre tomar, hizo con que éste vomitase a sus hermanos devorados. Con estos, resucitados, atacó a Cronos, el padre, y los otros titanes (con excepción de Océano) iniciando una lucha (Titanomaquia) por el poder que se prolongó durante diez años, habiendo Zeus contado con la ayuda de los Cíclopes y de los Hecatónquiros, todos liberados por él del Tártaro, lugar infernal a donde habían sido enviados por Cronos. Los Cíclopes entregaron entonces a Zeus el relámpago y el trueno, ofreciendo también a Hades un casco mágico que hacía invisible a quien lo poseía, y a Poseidón un tridente, que sirvió para agitar el mar y la tierra.

Vencidos, los titanes abandonan el cielo. Zeus compartió el poder con los otros dos victoriosos, cabiéndole el cielo y la supremacía del universo, a Poseidón el mar y a Hades los infiernos. Todavía, Gea, la tierra, sabiendo que sus hijos, los titanes, habían sido aprisionados en el fondo del Tártaro, impelió a los Gigantes contra Zeus y sus acólitos, iniciándose una nueva guerra apocalíptica (Gigantomaquia). Zeus y los Olímpicos volvieron a salir vencedores. Pero su peor prueba todavía estaba por venir: la lucha contra Tifón, el mayor y más poderoso ser terrestre, que le fue dañosa y difícil, acabando siendo mutilado (el monstruo le cortaría los tendones de los brazos y de las piernas) y encerrado en una cueva por la criatura. Gracias a Hermes y Pan, sin embargo, finalmente fue liberado y ganaron la batalla, fulminando a Tifón con sus rayos y lanzándolo por encima del Etna – cono volcánico de Sicilia en cuyo interior se hallaban las fraguas de Hefesto.

Aunque las luchas de poder por parte de Zeus son famosas, más lo son sus uniones, conyugales y, sobre todo, fuera del matrimonio. Su primera esposa fue Métis, hija de Océano, quien engendró a Atenea (nacida en la cabeza de Dios, ya armada, después de que el dios hubiera engullido a Métis embarazada), Dione, otra titánida (de la cual nació Afrodita) y Eurímone, también hija del Océano (de la cual surgieron las Gracias: Aglaya, Eufrosine y Talia); luego le siguió la titánida Temis (de quien nacieron las Musas), Latona (que generó del dios a los gemelos Apolo y Artemisa), su hermana Deméter (la hija de esta unión dio como resultado a Perséfone) y, por último, la más célebre de sus esposas, la celosa y vengativa Hera, casamiento sagrado (en el Jardín de las Hespérides) de la cual tuvo a Ares, Hebe, Ilitía y Hefesto (aunque se diga que este era exclusivamente hijo de Hera). Esta unión sería más antigua, prenupcial y se convertiría en el gran amor de Zeus, a pesar de sus infidelidades y aventuras extraconyugales. Entre las uniones de Zeus con figuras humanas, que muchas fueron, se destaca Alcmena, de quien nació Hércules (Heracles, en griego), Dánae (teniendo como fruto a Perseo), Europa (con quien tuvo a Minos y Radamantis), Leda (la madre de los Dioscuros y de Helena), Maya (madre del dios Hermes), Pluto (de quien nació Tántalo) y Sémele (madre de Dionisos).

Por estas y por otras muchas uniones Zeus se encuentra siempre en numerosos linajes, divinos y humanos, pero todos de gran influencia en la mitología griega. Sin embargo, las uniones de Zeus con los mortales tenían funciones providenciales, de acuerdo a las funciones sagradas y de supremacía del dios. Por ejemplo, Helena habría nacido para poder desencadenar un conflicto entre los griegos de Europa y los de Asia Menor (Troya) de forma que disminuyera la excesiva población alrededor del mar Egeo; o Hércules, que sería el héroe del que el Olimpo necesitaba para liberar la Tierra de una serie de monstruos y poderes nocivos. Estas uniones despertaron siempre los celos y rabia de Hera, su esposa; de ahí, según algunos autores tardíos, las metamorfosis de Zeus, que servían para ocultarse de Hera y poder cumplir sus providenciales uniones extramatrimoniales.

Hay muchas leyendas en las que interviene Zeus, desde su ira en contra de Hefesto, en relación a la posición en el Olimpo, o del castigo infligido a Prometeo, aprisionado en el Cáucaso, además del Diluvio para castigar las maldades del ser humano. También fue árbitro o juez en cuestiones o rivalidades, como entre Afrodita y Perséfone, que se debatían por el bello Adonis, o entre Hércules y Apolo, que lucharon por el trípode de Delfos.

En Grecia, fue amado por todos, principalmente en Atenas y Olimpia (donde se dedicaron los juegos cada cuatro años a la deidad). Zeus tenía su correspondiente en Roma, Júpiter, dios del Día y protector de la Urbe, con el templo en el Capitolio.

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