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Tuberculosis

Tuberculosis

Tuberculosis es una antigua enfermedad infecciosa, contraída a través del aire. El microorganismo que la provoca –el bacilo de Koch, conocido en los medios científicos como Mycobacterium tuberculosis– puede afectar a todos los órganos, pero principalmente los pulmones. Aunque sea considerado un mal bien remoto, infelizmente continúa reincidiendo en la humanidad en los tiempos modernos. Tal vez eso ocurra porque la tuberculosis se relaciona al modo de vida y al trabajo del individuo, teniendo, por tanto, un componente social en su transmisión, que incluye las políticas públicas de control de la enfermedad.

Esta enfermedad es transmitida sólo por el paciente portador del bacilo en los pulmones. Para tener una idea, un simple estornudo del sujeto infectado lanza a la atmósfera millones de bacilos. Ya a través de la tos, se liberan 3,5 mil partículas. Quien absorbe el aire de un lugar contaminado tiene grandes posibilidades de contraer la enfermedad. El mundo entero está sujeto a una epidemia de tuberculosis, pues en todas partes se da ocurrencia de ese mal. Son altos sus índices de mortalidad –cerca de 2,6 millones de muertos en 1990, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En 1993, las incontables ocurrencias de la enfermedad llevaron al órgano a decretar el estado de emergencia mundial y a crear el Tratamiento Directamente Supervisado, programa que tiene por objetivo controlar la tuberculosis.

Pero con certeza, la incidencia de tuberculosis en lugares marginales, donde imperan la mezcla confusa y caótica de personas, el hambre, la desnutrición, las pésimas condiciones de higiene y salud, tales como India, China, Indonesia, Bangladesh, Nigeria , Pakistán, Filipinas, Congo, Rusia y Brasil, es mucho mayor. Normalmente, sin embargo, el número de muertes atribuidas a esa enfermedad en estos países es desconsiderado.

Los síntomas más comunes son: tos prolongada durante más de quince días, fiebre –generalmente por la tarde– sudores nocturnos, pérdida de apetito, pérdida de peso, fatiga, dolor de pecho y apatía. Sólo el 10% de los pacientes con tuberculosis infecciosa progresa a un estado más grave. La enfermedad se establece cuando el bacilo llega a los alvéolos de los pulmones, a veces extendiendo entre los ganglios linfáticos. Continúa su viaje hacia el cuerpo humano a través del torrente sanguíneo, llegando a puntos en los que la enfermedad se desarrolla mejor como los riñones, el cerebro y los huesos.

En el primer contacto con el bacilo, el paciente todavía tiene su inmunidad adquirida, pero su resistencia rápidamente se delinea y, si el sujeto no tuviera ningún problema que debilite el organismo, el microorganismo es luego eliminado. Además de no permitir que la enfermedad se instale en el sistema fisiológico, sus defensas todavía crean protecciones contra cualquier otra infección de este bacilo. Esto ocurre en el 90% de los casos. Si los mecanismos de resistencia no logran su objetivo (exterminar el bacilo), la tuberculosis primaria se acopla al cuerpo alcanzado y provoca pequeños nódulos en los pulmones. No tratada a tiempo, la enfermedad evoluciona a síntomas más graves. La tos es seca y ya empieza a contener sangre y pus – en esta etapa se designan como hemoptisis.

Es fácil de contraer la enfermedad en las regiones donde predomina, y también si el sujeto trabaja en el área de la salud o estuviera limitado en espacios cerrados, tales como asilos, edificios, residencias o cuarteles; la raza negra parece ser más sensible a este bacilo; hay otros factores a tener en cuenta: tendencia genética, edad avanzada, desnutrición, alcoholismo, adicción a las drogas, uso frecuente de determinados medicamentos, pacientes que recibieron un trasplante o aquellos cuya inmunidad se encuentra comprometida, como en personas con SIDA, diabetes, enfermedad renal crónica, tumores o silicosis, una enfermedad pulmonar.

El diagnóstico de la enfermedad es más efectivo obteniendo secreciones pulmonares. El esputo es recogido a través de la tos, preferiblemente por la mañana. Lo ideal es obtener dos muestras en días consecutivos. Si el bacilo se encuentra, la enfermedad ha sido diagnosticada. En los niños, la prueba más común es el aspirado gástrico –aspira las sustancias obtenidas en el estómago del paciente. La broncoscopia es generalmente empleada cuando el sujeto no está expectorando. Un aparato es introducido en el pulmón y lo que fuera ahí obtenido es observado para determinar la presencia o no del bacilo de la tuberculosis. Hay también casos poco comunes donde se obtienen datos a partir de la biopsia pulmonar, efectuada en una intervención quirúrgica.

Lo importante es prevenir la tuberculosis, principalmente a través de la vacunación – la BCG, aplicada al primer mes de vida, inmuniza contra las formas más graves de este mal. Una vez que estaba infectado, hay tres remedios que generalmente se combinan en un cóctel, rifampicina, isoniazida y pirazinamida. El tratamiento tiene una duración de aproximadamente seis meses y la probabilidad de curación alcanza el 95%. Pero si el tratamiento se interrumpe, incluso con la aparente extinción de los síntomas, la enfermedad puede regresar con los bacilos resistentes.

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