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Teoría de la deriva continental

Teoria de la deriva continental

La deriva continental es el nombre de una teoría, también conocida como teoría de la tectónica de placas que se ocupa del movimiento de los continentes de todo el mundo. Esta teoría indica que las tierras inmersas de nuestro planeta se han estado moviendo desde su consolidación, y continúan todavía en movimiento, influidas por la acción del núcleo incandescente de la Tierra. Así, las posiciones que los continentes e islas ocupan hoy sobre el mapa terrestre eran y serán bien diferentes de la configuración presentada en la actualidad, es decir, los continentes están a la deriva por el océano, en movimiento constante sin dirección específica.

La idea de la deriva continental se reconoció formalmente cuando el geógrafo francés y científico Antonio Snider-Pellegrini publicó, en 1858, un mapa uniendo los litorales occidental de la África y el oriental de la América del Sur, dando a entender que la América del Sur se despegó del continente africano para seguir una ruta independiente. En 1910, el geólogo americano Taylor publicó una teoría sobre la formación de cadenas montañosas uniendo a su presencia la misma explicación atribuida a la deriva de los continentes. Así, como si fuera una hoja de papel arrugado, el terreno en movimiento, al encontrar una resistencia cualquiera, se iría a redoblar en incontables fallos causando protuberancias notables.

Poco después, en 1915, el meteorólogo alemán Alfred Wegener, autor eminente de la teoría en cuestión, publicó sus estudios sobre la idea de la deriva continental, que se basa en la yuxtaposición de los continentes (observación de «recortes» de cada litoral y los determinados lugares donde ellos se combinan), magnetismo, paleoclimas (climas ocurridos en el pasado) y la evidencia fósil. Para Wegener, la configuración inicial del planeta habría mantenido todos sus continentes unidos en una gran masa de tierra que designó como Pangea.

Wegener, mezclaba de este modo conceptos y pruebas de varias disciplinas como la geología, la geofísica, la paleoclimatología, la paleontología y la biogeografía. Desafortunadamente, los estudios siguieron siendo desconocidos para la comunidad científica general del público y la corriente de baja atención al trabajo duró casi cincuenta años. Los planteamientos de Wegener empezaron a recobrar fuerza en la década de 1960 debido a la asignación sistemática de aguas profundas, descubrimiento de las fosas abisales, paleomagnetismo de las rocas oceánicas, entre otros progresos en áreas similares. Debemos mencionar que la mejora del submarino, de los sonares y del fatómetro (instrumento de navegación) en la época de la Segunda Guerra Mundial podría ayudar a una mejor comprensión del fondo del océano, que muestra varios puntos de la teoría de Wegener.

Por último, con el progreso de los equipos de exploración y medición, se elaboró una teoría para el movimiento de los continentes, que relaciona el movimiento de las placas oceánicas y las zonas geosinclinales llamada «Teoría de la expansión del fondo del océano» formulada por Robert Dietz en 1961. En la teoría de Dietz, se establece que a medida en que una placa tectónica se sale de su punto de origen, ella sufre de refrigeración, llegando a ser más densa hasta encontrarse con las placas continentales, formando las hendiduras, incorporándose al mato por ser más densa, en un ciclo constante. Tales hendiduras se conocen como zonas de subducción que corresponde a una zona estrecha y larga donde una placa litosférica desciende por debajo de la otra.

Los estudios de paleomagnetismo, es decir, las investigaciones de la orientación de los cristales de las rocas a través del tiempo, su formación y sus normas, condujeron que la teoría de la deriva continental dejase de ser una teoría para convertirse en un hecho probado.

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