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Sintoísmo

Sintoismo

El sintoísmo (del japonés Shinto (神道, shintō), es la religión nativa de Japón y está íntimamente ligado a la cultura y la historia japonesa. Su nombre se deriva de las palabras chinas shin tao, la ruta de los dioses. El sintoísmo no tiene un fundador ni escrituras divinamente inspiradas. Los libros sagrados contienen descripciones de rituales, historias y genealogías de los dioses y describen la fundación mítica de Japón. En cuanto al sistema de creencias y rituales, su práctica puede ser documentada a partir del 500 a.C. El sintoísmo primitivo se caracteriza por la creencia en un vasto panteón de divinidades (kami). Ríos, montañas y formas de la naturaleza son personificados por una deidad o espíritu, pudiendo suceder lo mismo con los emperadores, grandes guerreros, ancianos y antepasados. Un kami puede ser prácticamente cualquier aspecto de la existencia que posee una fuerza vital. La práctica del sintoísmo consiste básicamente en veneración de los kami con oraciones y ofrendas en altares ubicados en todo el territorio y su propiciación a través de rituales de purificación. Estos métodos de purificación pueden variar desde un simple lavado de manos y de la boca antes del culto, hasta un baño purificador debajo de una cascada. El concepto de contaminación representa un aspecto muy importante de las prácticas del sintoísmo – la enfermedad, la muerte, la sangre desagradan a los kami y como tal los enfermos, heridos y mujeres menstruadas no pueden entrar en determinadas áreas. Hasta hace poco tiempo las mujeres eran prohibidas de ciertas montañas consideradas sagradas. La pureza interior es igualmente importante y los criminales no pueden permanecer en lugares sagrados pues no tienen el favor de los kami.

Las divinidades más importantes de la mitología japonesa son el padre Cielo y la madre Tierra, que crearon las islas japonesas y las otras divinidades, entre ellas la más importante, Amaterasu Omikami (diosa del Sol). Esta envió a la Tierra al nieto, que iba a fundar en las islas una dinastía eterna. Esta representación mitológica de la fundación de Japón y del establecimiento del linaje imperial es el eje principal de las creencias sintoístas y se encuentra relatada en el Kojiki (Registros de Asuntos Antiguos, 712) y en el Nihon Shoki (Crónicas de Japón, 720) probablemente compliados para validar la pretensión de la familia imperial a una ascendencia divina.

Durante el período Tokugawa (desde el inicio del siglo XVI hasta mediados del siglo XIX) se dio una identificación parcial del sintoísmo con el pensamiento confucionista de Chu Hsi que colocaba un énfasesis especial en la veneración del emperador. Al mismo tiempo, las creencias populares se convirtieron en más elaboradas, acentuando la reverencia a los antepasados, la moralidad, la importancia de la familia como el principal agente de la preservación de las tradiciones. Durante el siglo XIX fueron formadas aproximadamente trece sectas con diversas ramas, generalmente alrededor de la adoración de una deidad. Bajo la influencia budista, especialmente las escuelas Tendai y Shingon, muchas de las deidades del sintoísmo comenzaron a ser vistas como encarnaciones de Budas y Bodhisattvas o se convirtieron en protectores de las enseñanzas budistas.

El sintoísmo ha evolucionado a un sistema religioso más complejo. Aparte del sintoísmo de la Casa Imperial, con un fuerte componente ritualista, otra forma de sintoísmo, sin una organización central o credo, podría ser presencia en las prácticas rurales y en los rituales practicados individualmente por las familias. En el siglo XIX el sintoísmo se hizo fuertemente vinculado a la política nacionalista y se estableció firmemente como religión de Estado, en la cual el emperador era adorado como un dios y tomado como descendiente del sol. El gobernante era exaltado como especialmente dotado para gobernar el mundo. Esta politización del sintoísmo solamente se atenuó al final de la Segunda Guerra Mundial, momento en que el emperador fue obligado por los americanos a renunciar a cualquier pretensión a una ascendencia divina. En la posguerra surgieron numerosas sectas y los principales altares sintoístas pasaron a tener el apoyo de una organización autónoma.

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