Se llama nigromancia (término originado del griego nekrós – cadáver y manteia – previsión) a la práctica de adivinación del futuro al convocar y comunicarse con los muertos. Es una de las llamadas artes negras, supuestamente practicada por brujos y magos.
Su surgimiento se encuentra en medio de las prácticas religiosas de civilizaciones clásicas de Grecia, Roma y Persia. El geógrafo e historiador griego Estrabón (Στράβων) hace referencia a la nigromancia como la principal forma de adivinación entre los persas. La práctica era común entre adivinos, ocultistas y magos de la Edad Media y del Renacimiento.
Sin duda, el caso más famoso de la nigromancia es el de la denominada Bruja de Endor, descrito en la Biblia, en Samuel 1:28, donde se convoca al espíritu de Samuel en presencia del rey Saúl. El episodio público fue ampliamente aceptado durante mucho tiempo como evidencia irrefutable de la existencia de la práctica de brujería. Otro episodio ejemplar de nigromancia hallado en la Biblia está en Deuteronomio 18;9-12 donde los israelitas son advertidas a evitar la censurable práctica de los cananeos de previsión del futuro por medio de los muertos.
Se consideran profesionales de la nigromancia los magos John Dee, Edward Kelley, Eliphas Levi, el filósofo griego Apolonio de Tiana y, por supuesto, la Bruja de Endor.
Básicamente, el practicante de este ritual convoca un espíritu de cierta persona fallecida a través de una aparición, o revive el cadáver del mismo, pasando a interrogar a aquel ente sobre acontecimientos futuros. Para convocar al muerto, el mago necesita de ayuda de espíritus poderosos, tanto para su protección como para obligar al cadáver o fantasma a someterse a su voluntad. Según la tradición, hay un periodo de nueve días de espera a ser observado antes que el ritual pueda ser realizado con éxito. Durante este tiempo, el nigromante se prepara para la ceremonia con largas horas de meditación sobre la muerte, realizando sacrificios de animales, absteniéndose de relaciones sexuales, vistiendo ropas robadas de cadáveres, comiendo pan negro sin fermento, y bebiendo zumo de uva no fermentado.
Según algunos grimorios (libros de hechizos), la carne de un perro debe ser consumida, ya que es un animal sagrado para la diosa Hécate, quien controla los fantasmas, la brujería y la muerte. Después de los preparativos necesarios, el ritual se lleva a cabo en un cementerio, a partir de la medianoche. El nigromante, de pie en el interior de un círculo mágico dibujado alrededor de una tumba abierta, comienza a recitar una serie de encantamientos especiales. Este abre la tapa del ataúd y toca el cuerpo tres veces, enviando al espíritu sin cuerpo reintroducirse en el cuerpo muerto. Así, el espíritu se encuentra con el deseo del Nigromante, que le da la información solicitada. El espíritu recibirá como premio eterno el descanso, al enterrar una estaca de madera en el corazón del cadáver, la quema a cenizas, enterrarlo en cal viva, o simplemente comer su carne. Los nigromante supuestamente prefieren tratar con el recién fallecido (muerto con doce meses tradicionalmente) pues sus revelaciones resultan ser con mayor claridad.
Al igual que muchas otras prácticas de magia negra y ocultismo, la mayor parte de la materia no tiene evidencia científica o es reproducida en medio a un público como testimonio, permaneciendo en el terreno de la leyenda.