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Las lámparas de Thomas Edison

Thomas Edison lampara

Con el advenimiento de la Revolución Industrial, desde la segunda mitad del siglo XVIII, observamos que un aluvión de inventos inundó el mundo científico en aquel momento. Después de todo, realzar cualquier máquina o crear un artilugio revolucionario de beneficios revolucionarios significaba gloria social y financiera de cualquier estudioso de la época. Como resultado, varios científicos pasaron a disputar férreamente la autoría de algunos inventos. En este contexto surge una competitividad por reafirmar la innovación y el uso de patentes.

Uno de los casos más interesantes que retrató esta situación pasó con respecto a la creación y el desarrollo de la lámpara incandescente. Desde finales del siglo XVIII, varios hombres trataron de obtener una fuente de iluminación que pudiera reemplazar a la débil luz producida por las velas y otros productos combustibles. En el año 1802, tenemos uno de los primeros registros de un prototipo de lámpara y en el transcurso de este mismo siglo tenemos algunas otras docenas de ese intento.

Sin embargo, a finales del siglo XIX, fue el inventor Thomas Alva Edison quien lograría resolver este reto con una lámpara hecha por medio de un carbón al vacío que conseguía una buena iluminación durante un periodo mayor de tiempo. Muy consciente de toda la repercusión que su experiencia podría causar, Edison patentó la nueva innovación tecnológica y fundó una empresa que fabricaría y vendería a gran escala su modelo de lámpara incandescente.

Algún tiempo después, quizás teniendo en cuenta la rentabilidad que tendría el producto, una compañía rival pasó a producir un modelo de lámpara bastante similar a aquel que exigió horas de estudio y experimentos por parte de Thomas Alva Edison. Inconformado con la situación, el erudito americano abrió una demanda contra la empresa que intentó sacar provecho a expensas de un trabajo de los demás.

Para demostrar que estaba siendo perjudicado por la deslealtad de un competidor comercial, Edison contó con ayuda de un asistente que presentó una antigua caja con veintitrés lámparas semejante a las que eran comercializadas por su empleador. Con eso, Thomas Edison no solamente demostró la autoría y el plagio de las lámparas incandescentes, sino que atrajo la inversión de grandes magnates de la época que dieron origen a la famosa marca de electrónica General Electric.

Sin duda, podemos decir que este episodio fue mucho más que una simple curiosidad de la vida de este inventor. Al gastar tiempo concibiendo este y otros inventos, Edison delineaba los nuevos tiempos que se proyectarían con la Revolución Industrial. La aproximación entre ciencia e industria pasó a conjugar un binomio que permite comprender como somos, todavía hoy, inundados por novedades que parecen no tener un límite.

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