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La Iglesia en la Edad Media

Iglesia Edad Media

Con la expansión del feudalismo en Europa Medieval, observamos el surgimiento de una de las instituciones más importantes y poderosas de este mismo período: la iglesia católica. Tomando ventaja de la expansión del cristianismo, observada durante el final del Imperio Romano, la iglesia alcanzó la condición de principal institución a diseminar y reflejar los valores de la doctrina cristiana. En ese momento, poco después del primer siglo, diversas interpretaciones de la doctrina cristiana y las religiones paganas estaban presentes en el contexto europeo. Fue a través del Concilio de Nicea en 325, que se presentaron las bases religiosas e ideológicas de la Iglesia Católica Apostólica Romana.

A través de la centralización de sus principios y la formulación de una estructura jerárquica, la iglesia tuvo suficientes condiciones para ampliar su campo de influencia durante la edad media. La iglesia fue establecida en una sociedad marcada por el pensamiento religioso, en los extractos más diversos de la sociedad medieval. La organización de la sociedad medieval (dividida en nobleza, clero y siervos) era un reflejo de la Santísima Trinidad. Además, la vida terrenal era despreciada en relación a los beneficios a ser alcanzados por la vida en los cielos. De esa manera, muchas de las costumbres de esa época estaban influenciadas por el dilema de la vida después de la muerte.

Además de destacar por su presencia en el campo de las ideas, la iglesia también logró gran poder material. Durante la edad media vino a controlar gran parte de los territorios feudales, convirtiéndose en importante clave en el mantenimiento y en las decisiones del poder nobiliario. La propia exigencia del celibato fue un importante mecanismo para que la Iglesia conservase su patrimonio. El crecimiento del poder material de la Iglesia llegó a causar reacciones dentro de la propia institución. Aquellos que vieron en la influencia político-económica de la Iglesia una amenaza a los principios religiosos comenzaron a concentrarse en órdenes religiosas que se abstenían de cualquier tipo de regalía o confort material. Esa cisión en las prácticas de la Iglesia vino a subdividir al clero en dos vertientes: el clero secular, que administraba los bienes de la iglesia y la representaba en las cuestiones políticas; y el clero regular, compuesto por las órdenes religiosas más dedicadas a las prácticas espirituales y la preparación de valores cristianos. Bajo otro aspecto, la iglesia también tuvo un gran monopolio bajo el mundo letrado de aquel periodo.

Excepto los miembros de la iglesia, muy pocas personas fueron alfabetizadas o tenían acceso a obras escritas. Por lo tanto, muchos monasterios medievales conservaron bibliotecas enteras donde grandes obras del mundo clásico y oriental fueron preservados. Santo Tomás de Aquino y San Agustín, por ejemplo, eran dos miembros de la iglesia que han producido tratados filosóficos que sostenían diálogos con los pensadores de la antigüedad. Incluso contando con tal poder e influencia, la iglesia también sufrió con manifestaciones de disidentes. Por un lado, las herejías, sectas y ritos paganos interpretaron el texto bíblico independientemente o no se reconocieron el papel sagrado de la iglesia.

En el año 1054, el cisma de Oriente marcó una gran ruptura interna de la iglesia, que dio origen a la iglesia bizantina. No cabe a los historiadores criminalizar o repudiar la iglesia de los días de hoy con base a sus acciones pasadas. Las cuestiones y prácticas de esa institución no son iguales que las encontradas en los siglos V XV. De esa manera, al darnos cuenta del papel desempeñado por esa institución religiosa, durante la Edad Media, obtenemos una gran fuente de reflexión sobre tal periodo histórico.

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