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Historia de la tarjeta de crédito

Historia de la tarjeta de credito
La tarjeta de crédito como lo conocemos fue creada en los Estados Unidos en 1950. Sin embargo, incluso en los años 20, la idea de dar crédito a los clientes leales ya fue puesta en práctica por los hoteles, estaciones de servicio y otros tipos de comercio.

La historia de la tarjeta de crédito se inició en un restaurante en la ciudad de Nueva York, a mediados de 1950. El ejecutivo Frank MacNamara y sus invitados después de una cena en el restaurante, se dieron cuenta de que habían olvidado sus chequeras con dinero, y por lo tanto no tenían forma de pagar. No habiendo otra manera de resolver la situación, el dueño del restaurante aceptó que el ejecutivo pagase la cuenta al día siguiente bajo una condición: MacNamara debía firmar una factura con los costes asumidos. Solucionado el problema, el ejecutivo contempló el potencial de una ‘tarjeta de crédito’.

En el mismo año fue lanzada la primera tarjeta de crédito, la Diners Club Card, aceptada en 27 restaurantes del país y, con aproximadamente, 200 clientes –en su mayoría ejecutivos conocidos de MacNamara– que utilizaron el servicio para el pago de gastos de viaje. Inicialmente fue hecha de papel cartón, teniendo a un lado el nombre del cliente y, al otro, el nombre de los establecimientos donde era aceptada. A partir de 1955 comenzó a ser de plástico.

Dos años más tarde, en 1952, se publicó la primera tarjeta de crédito internacional, aceptada principalmente para uso en hoteles y restaurantes.

En 1960, la tarjeta de crédito ya fue aceptada en más de 50 países de todo el mundo, y ya la competencia surgiría desde 1958 con la American Express. Ese mismo año, percibiendo que estaba perdiendo terreno, Bank of America presentó la BankAmericard que, en 1977, pasó a ser llamada Visa.

Actualmente, hay varios tipos de tarjetas de crédito. Las asociaciones entre las marcas comerciales y financieras llevan a que las tarjetas de crédito se multipliquen. La mayoría busca facilitar la vida del cliente, disminuyendo el tiempo gastado ante la burocracia de financiación. Sin embargo, esta comodidad le puede costar muy caro. Los operadores de tarjetas suelen cobrar una cuota anual por sus servicios. Si las facturas se pagan a tiempo, el uso de tarjetas de crédito pasa sin mayores problemas. El gran ‘peligro’ la conveniencia de las tarjetas comienza desde el momento en que el cliente paga sólo el tipo mínimo establecido por el operador. El interés que afecta a la deuda restante puede llegar a ser muy elevado, siendo común en los casos en que la deuda se convierte en una ‘bola de nieve’.

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