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Fiebre aftosa, vacas locas y otras enfermedades que amenazan el plan alimentario

Vacas locas
A menudo nos bombardean con noticias sobre enfermedades que afectan a los animales que, con frecuencia, forman parte de nuestra alimentación.

Naturalmente, esta situación nos causa gran preocupación, que es mayor cuanto más insistente resulta la divulgación en los medios de comunicación.

Todavía retenemos en la memoria el caos que se generó con las prohibiciones de importación y exportación de ganado bovino procedente de ciertos países y de las medidas de recomendación que unos abogaron más que otros. No se sabía si abolir el consumo de carne de vaca como medida protectora a la salud de la población o si tal imposición haría aumentar la histeria alrededor del asunto.

Surgieron actitudes ridículas como, por ejemplo, ver a un ministro de agricultura comiendo sesos de animal dando todo su aval a ese órgano, como si presentara conocimientos técnicos para ello, siendo más tarde ese producto uno de los que integrarían la lista negra. La realidad es que no siempre los conocimientos científicos de los que disponemos en un determinado momento son suficientes para tomar las medidas más adecuadas, permitiendo que unos tengan una opinión y otros la valoración contraria.

Si la fuente de alimentación debe ser una fuente de placer y salud, ¿Qué riesgos corremos si nos alimentamos de carne u otros productos procedentes de animales infectados? ¿Debemos o no dejar de consumir esos productos? ¿Su abstinencia es más perjudicial que su propio consumo? ¿La alimentación racional sin el consumo de carne de mamíferos es posible?

Son varios los problemas que pueden surgir con los alimentos que usamos en nuestra alimentación: peces con aluminio, gallinas constipadas, huevos con dioxinas, alimentos transgénicos, aceite con carcinógenos, y lo que podría aparecer con el paso del tiempo, debido a que el aumento del conocimiento científico trae nuevos factores que naturalmente vamos experimentando.

Optar por una alimentación en la que no se incluya la carne de vaca o de otros mamíferos es posible, siempre que esos alimentos sean reemplazados por otros de idéntico valor proteico, como los huevos, la carne de las aves, el pescado y el marisco.

Hay una buena variedad de productos que proporcionan idénticas cantidades de los diversos nutrientes y que por eso se sustituyen unos a otros. Lo que realmente importa es que las necesidades de nuestro organismo, de los diferentes nutrientes, sean satisfechas. Conseguir ese objetivo a través de un plan alimentario variado es, sin embargo, más aconsejable y agradable.

Otro aspecto a señalar es la confianza. Cuanto más se piensas acerca de los consumidores y en la salud pública a expensas de los intereses económicos de ciertos grupos, mayor será la confianza de que esos mismos consumidores sientan en relación a la protección a la que tienen derecho. Cuando así fuera podemos esperar, serenamente, por decisiones oficiales, de quien está verdaderamente habilitado para tomarlas. Las actitudes fundamentalistas nunca demostraron ser beneficiosas, ni siquiera para las mayorías y, cuando el asunto es la salud, todos son importantes.

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