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sortija

sortija
Sobre el latin sorte(m), ‘suerte’, se formo, posiblemente ya en el latin vulgar hispánico, la palabra sorticula(m), literalmente, ‘pequeña suerte’, para designar al anillo que se usaba muchas veces como amuleto o talismán, como elemento representativo en diversas ceremonias, como objeto mágico, o en las artes adivinatorias para hacer predicciones. Se sabe que los egipcios, hace cinco mil años, consideraban mágico al anillo porque era el simbolo de la eternidad al no tener principio ni fin, y que en esta simbologia se originó el rito matrimonial del intercambio de alianzas, concretamente en la III dinastia egipcia, hacia el año 1650 a. C. Se dice que Giges, rey de Lidia, una region del Asia Menor, actual Turquia, y que vivió unos quinientos años antes de Cristo, llevaba una sortija que, con solo tocarla, le hacia invisible y que el general cartaginés Anibal (247-183 a. C.), tras haber derrotado a los romanos en la batalla de Cannas (216 a. C.), envió a Cartago como botin de guerra tres enormes arcones llenos de sortijas romanas de oro. Por otra parte, el poeta renacentista italiano Ludovico Ariosto (1474-1533) explica en su obra Angélica como contrarrestar males de ojo y encantamientos con una sortija.
En la Edad Media se emplearon también sortijas en ceremonias ludicas (agrave; joya); baste recordar el anillo de reducido diámetro que se usaba en los torneos para llevar a cabo una suerte o habilidad en la que los jinetes, lanzados al galope, debian ensartarlo con sus lanzas.
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