r
La vigésima primera letra de nuestro alfabeto se gesto, como otras muchas, en la escritura jeroglifica egipcia, en concreto en un dibujo que intentaba esquematizar una cabeza humana vista de perfil. De hecho en los alfabetos fenicio y hebreo se adaptaron el signo, que se convirtió en algo parecido a q, una P que miraba a la izquierda, y el nombre, pues se llamó respectivamente res y resh, ‘cabeza’. La resh actual hebrea recuerda en cierta manera a este antiguo signo. Los griegos le dieron de nuevo la vuelta y la dejaron en una especie de P, que llegó casi intacta a la actual ro. (Lo mismo sucedió en el alfabeto ruso, donde la letra P representa al sonido [r].) A los romanos esta transformacion les suponia un problema, porque una misma letra, P, servia para dos sonidos [r] y [p], por lo que entre los siglos IV y III a. C. optaron por una solucion tan fácil como efectiva: añadir la linea diagonal, la pata inclinada que caracteriza a la R.
