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carajo

carajo
Palabra con origenes oscuros, es vieja compañera de nuestro idioma desde hace más de seiscientos años, aunque algunos aseguran que, bajo otras formas, ya consta como apodo poco honroso en un documento del siglo XIII, con lo que su pertenencia a nuestra lengua tiene más carta de naturaleza que otras muchas voces, quizá más pudibundas, y que no han necesitado recurrir a eufemismos, ridiculos en muchos casos, como canejo, caramba o caracoles, etc.
Pues bien, esta forma de designar el organo sexual masculino puede tener su origen en la palabra del catalán quer, que significa ‘peñasco’, que habria producido un aumentativo como querall o carall, de donde en español tendriamos carajo, en gallego carallo, y en portugués caralho. Parece logico pensar que esta expresion tuvo que nacer como habla propia de la marginalidad, como ocurre actualmente con hablas jergales como el cheli, por ejemplo, o, sin ir más lejos, con el habla coloquial española que llama olla o tarro a la cabeza, o piños a los dientes. Bastaba con que una roca o un peñasco tuvieran forma alargada (fálica para ser más exactos) para que sirviera como referente de una parte del cuerpo humano, similar en la forma y, quizá, en la dureza. El resto es fácil.
No falta, no obstante, quien afirma que carajo era el nombre de una tribu india de Brasil, hipotesis cimentada por la idea de que la terminacion -ajo no es realmente española sino criolla, y por un documento en el que se habla de una misa en una isla desierta de Brasil celebrada en 1500, y en el que podemos leer: […] a empezó a impartir a las masas indias -los tiples, los caribes, los borrosos, los carajos y otras tribus- los elementos de la doctrina cristiana[…]. Lo que se ignora es si dicha tribu estaba o no especialmente caracterizada por el atributo que nos ocupa.
Pero hay más. Algunos hacen derivar la palabra del latin vulgar *characulu(m), ‘palo pequeño’, diminutivo de *charax, a su vez procedente del griego járax, -akos, que significa ‘palo, rodrigon’. En la misma linea, otros autores aseguran que la palabra procede del verbo latino carere, es decir, ‘cardar lana’, quizá por el movimiento de vaivén que recuerda el acto sexual, metonimia funcional del carajo, habida cuenta de que en catalán coloquial, por ejemplo, cardar significa también ‘copular’.

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