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Era napoleónica

Era napoleónica
Durante la Revolución Francesa, la lucha entre la burguesía y las clases trabajadoras había generado una gran tensión política que amenazó con imponer una nueva era política en Francia. Aun cuando tales diferencias afectaban al contexto vivido internamente, varios reinos de Europa se unieron con el objetivo de derrocar a los defensores y los ideales de los revolucionarios.

En ese momento, la figura de un joven militar llegó a ganar una importante proyección meteórica. Nacido en Córcega en 1769, Napoleón Bonaparte había sido conocido por su habilidad militar y su envidiable capacidad de ganar batallas que parecían casi perdidas. Pronto, el pueblo francés reconoció su imagen como la figura de un héroe que defiende el ideal revolucionario.

Golpeados por las sucesivas crisis internas, la burguesía veía en Napoleón la oportunidad perfecta para que las disputas políticas y el desarrollo económico dejasen de surgir. Así, en 1799, Bonaparte tomó el apoyo político necesario para derrocar al Directorio que controlaba su país y organizar el Consulado. En este nuevo sistema de gobierno, Napoleón ya tenía en sus manos los atributos políticos más importantes de la nación.

Aprovechando la situación, a continuación, procedió a crear el Banco de Francia, que debería financiar los proyectos y reorientar la economía nacional burguesa debilitada en los últimos años. Poco después, el Estado se reanudaba en sus relaciones con la Iglesia, que había llegado a reconocer la pérdida de sus bienes y todas las satisfacciones que los clérigos debían al régimen republicano. En el año 1804, el Código Civil de Napoleón estableció la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.

Los buenos resultados de su gestión se materializaron poco a poco en ganar el poder absoluto de Napoleón en Francia. Coronado, Napoleón dejó en claro que asumiría el trono francés como defensor desinteresado del régimen republicano. Como emperador, sustentó las conquistas del campo con la reforma agraria, promovió una serie de obras públicas y continuó el proceso de modernización de la economía.

La aparición de estabilidad del gobierno de Napoleón instó a las monarquías europeas a organizarse contra los franceses otra vez. Ganando batallas de gran importancia, el trono de Napoleón se mantenía endeble en toda Europa. En contraste con la ventaja militar, el gobierno francés tenía enormes dificultades para ampliar los números de su economía. La hegemonía industrial británica fue el principal obstáculo.

Con el objetivo de resolver esta cuestión en el medio internacional, Napoleón dictó un decreto, llamado Bloqueo Continental, prohibiendo el comercio entre Gran Bretaña y otra nación europea. Cualquiera de los países que desobedeciera el tratado, sería invadido por las tropas francesas sin piedad. Poco tiempo después, no soportando la dependencia con la relación de productos ingleses, varias naciones desobedecieron al acuerdo y fueron invadidas por Napoleón.

A pesar de su hegemonía militar terrestre, las invasiones napoleónicas terminaron por retirar la agilidad y el poder de reacción de las tropas francesas. En 1812, el incumplimiento de los rusos al Bloqueo Continental forzó a Napoleón a emprender una gran envestida militar con más de 600.000 soldados. Sorprendido por la táctica de tierra arrasada y el fuerte invierno siberiano, Napoleón terminó perdiendo miles de soldados.

Aprovechando la situación, las tropas monarquistas en Europa fueron reorganizadas para derrotar al gobierno francés. La derrota llegó por primera vez en 1814, en Leipzig, donde Napoleón se rindió al enemigo. Después de eso, fue exiliado a la pequeña isla mediterránea de para que no plantease mayores riesgos. Sin embargo, un destacamento de soldados leales lograron sacarlo de la región y devolverle de nuevo en el control de Francia.

Conocido como el “Gobierno de los Cien Días”, esta vuelta desesperada al poder por Napoleón fue fustigada por sus enemigos en la batalla de Waterloo. Esta vez, los militares legendarios fueron exiliado a la isla africana de Santa Elena. Seis años más tarde, Napoleón murió de una enfermedad horrible (probablemente el cáncer) que afectó a su estómago.

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