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El Imperio Carolingio (reino franco)

El imperio carolingio

En el 768, la dinastía carolingia fue entregada a Carlomagno, monarca responsable el apogeo de la dominación del reino franco en la Europa Medieval. Siguiendo una política de tono expansionista, el nuevo rey promovió el dominio de territorios situados en la Península Itálica y entró en la lucha contra los musulmanes, estableciendo la marca de Hispania, en la región sur de los Pirineos. Poco después, conquistó la ciudad de Barcelona, las Islas Baleares e impuso su dominio en los pueblos sajones de Germania.

Formando un vasto territorio, Carlomagno tuvo gran preocupación para organizar las regiones conquistadas administrativamente. Para ambos, la donación de tierras a todos los nobles que lo auxiliaban durante las batallas. Además, dividió todos los dominios imperiales en doscientos condados que serían dirigidos por un noble y un obispo. El control del poder ejercido por esos líderes locales era fiscalizado por un funcionario público llamado missi dominici (enviados del señor).

El advenimiento de la formación del imperio carolingio marcó profundamente el proceso de expansión del cristianismo en Europa. El 25 de diciembre de 800, Carlomagno fue coronado emperador del imperio romano occidental por el Papa León III. El planteamiento realizado por la iglesia fue justificado por la posibilidad de conversión de todos los dominios agregados a los mismos dirigentes políticos. Para que las acciones se llevaran a cabo, Carlomagno creó un conjunto de leyes escritas conocido como capitulares. A contracorriente del proceso de descentralización política que marcó toda Europa Medieval, tal advenimiento marcó la creación del primer conjunto de leyes escritas de este período histórico. La validez de estas leyes sólo era válida en las regiones originales del territorio imperial, dejando que las costumbres y tradiciones de los pueblos conquistados fuesen preservadas.

Bajo el aspecto económico, el Imperio tenía un comercio bastante activo por las varias ferias y mercados distribuidos en los centros urbanos europeos. En razón del cierre comercial del Mar Mediterráneo, en aquel instante controlado por los árabes, la gran mayoría de esas riquezas circulaba con destino al Norte de Europa. A pesar del intenso comercio experimentado en el interior de sus dominios, el Imperio Carolingio tenía en la agricultura el gran soporte de sus actividades económicas. Aprovechando de todo ese escenario estable, el reinado de Carlomagno fue también conocido por un gran desarrollo de las artes y del conocimiento. A lo largo del llamado renacimiento carolingio, varias escuelas e iglesias fueron construidas y la obra de escritores grecorromanos traducida. Gran parte de ese movimiento del conocimiento se daba por la acción del propio rey, que se aproximó a varios intelectuales de la época.

Llegada la muerte del rey, en el 814, el Imperio Carolingio fue dominado por Luis I, llamado el Piadoso, hasta el 840. Con su muerte, tres herederos compitieron por los dominios de ese vasto imperio. Tres años más tarde, el Tratado de Verdún ofició la división del imperio carolingio en tres reinos más pequeños. Dicha acción comenzaba de la desintegración territorial, con el fin de las invasiones militares subsiguientes y el debilitamiento causado por los vikingos y magiares de Europa Oriental. De esta manera, los terratenientes nobles comenzaron a experimentar una mayor autonomía política. Una de las características fundamentales del feudalismo es viabilizaba en un momento en que las invasiones extranjeras y la fragmentación del territorio se llevaron a cabo. En la parte oriental del Imperio, los duques de Sajonia fundaron el Reino Germánico, organizado por una monarquía electiva. Ya en la región occidental, el pequeño imperio carolingio fue administrado por la debilitada dinastía capetíngia.

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