
Los retratos escultóricos de la Antigua Roma


Busto de Caracalla. Difusión: Jona Lendering
El retrato escultórico romano constituye uno de los grandes capítulos en la historia del arte antiguo. Los retratos preservados varían en tamaño, desde bustos pequeñísimos a monumentales estatuas como la de Constantino I el Grande (c. 315 d.C.-330 d.C.), ubicada en su basílica del foro romano.
A lo largo de la República fue tradición que los miembros de la familia llevaran imágenes del difunto durante el séquito fúnebre. Recientes estudios recomiendan que la representación de hombres y mujeres ancianos asociados con monumentos funerarios no son retratos concretos del difunto sino convenciones culturales sobre su imagen. Esta tradición se complementaba con los actos conmemorativos y otros acontecimientos como la presencia de sus imágenes en espacios públicos.
En cualquier caso, la representación fidedigna se incluía para terminar el compendio de virtudes republicanas. Otra teoría ha sugerido que estas imágenes fueron esculpidas por artistas griegos cuya propia animosidad hacia los romanos les impulsó a exagerar estos convencionalismos hasta el límite caricaturesco. El concepto simbólico de las imágenes continuó en el periodo de la Roma imperial, tal como revelan las imágenes de Augusto. Cuando el primer emperador falleció en el año 14 d.C. a una edad muy avanzada, sus retratos oficiales aún lo representaban como un hombre joven. A pesar de que la representación oficial varió a lo largo de su vida en incontables ocasiones, ninguna le muestra como un monarca anciano. Con el tiempo, sin embargo, las imágenes de los emperadores se volvieron más figurativas.
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