
Las artes decorativas en el arte románico

El periodo prerrománico produjo bellos manuscritos miniados. En Lindisfarne (Holy Island, Inglaterra) apareció ya en el siglo VII una destacada escuela de ilustradores de manuscritos. La labor de dicha escuela, ejemplificada por los Evangelios de Lindisfarne (finales del siglo VII, Museo Británico de Londres), se singularizó por los dibujos geométricos entrelazados, a menudo completados con figuras humanas grotescas, pájaros y bestias que decoraban las letras capitales, los márgenes e incluso páginas enteras.
Los manuscritos de estilo celta ejercieron una fuerte influencia en las escuelas románicas que florecieron ulteriormente en el resto de Europa. En los manuscritos carolingios, por ejemplo, los liosos motivos celtas están empleados numerosas veces en amalgama con elementos y figuras decorativas clásicas, que derivan de los últimos manuscritos de la antigüedad. El salterio de Utrecht, bello ejemplo de este periodo, muestra una técnica e imaginación admiradas (c. 830-835, Biblioteca Universitaria de Utrecht, Países Bajos). Posteriormente a la fase carolingia, con la aparición de la fase otoniana, los entrevínculos célticos se dejaron y se fue aumentando la influencia bizantina. Las escuelas regionales de manuscritos miniados en el sur y el oeste de Europa realizaron sus propias características y estilos caracterizadors, como se puede ver por ejemplo en el Beatus Apocalypse o Comentario del Apocalipsis (Biblioteca Nacional de París), desarrollado a mediados del siglo XI en el monasterio de Saint-Sever, al sur de Francia. A comienzos del siglo XII la ilustración de manuscritos en el norte de Europa llegó a repartir las mismas características de la escultura coetánea. En Italia la influencia bizantina se mantuvo preponderante tanto en la ornamentación miniada como en la pintura mural y los mosaicos.
El arte de la metalistería progresó grandemente durante las fases prerrománicas y románicas. Se usó especialmente para elaborar objetos de uso litúrgico, así como para los atributos reales. Gran parte de la metalistería francesa se destruyó con el saqueo de las catedrales que tuvo lugar durante la Revolución Francesa, sin embargo el resto de las catedrales europeas conservan aún numerosas de estas piezas. Entre las obras de estos periodos se incluyen trabajos de joyería y de plata labrada de principio celta. Los trabajos de los orfebres y las vajillas de plata germanas e italianas ulteriores estuvieron influenciadas por la metalistería bizantina. Los importantes esmaltes, especialmente el esmalte alveolado y el esmalte campeado o excavado, se produjeron en las regiones de los ríos Mosela y Rin. Roger de Helmarshausen, un orfebre germánico célebre por sus fundiciones de bronce y el esmaltador flamenco Godofredo de Clarier fueron dos célebres autors del siglo XII. En España hay que citar los frontales de San Miguel de Excelsis (Navarra), de exquisita policromía, el que se conserva en el Museo Arqueológico Provincial de Burgos y el de la catedral de Orense, de sorprendente belleza.
El tapiz de Bayeux, desarrollado con la técnica del bordado, es el ejemplo mejor conocido del oficio textil del siglo XI. Otra pieza destacada de esta fase es el Bordado del Génesis o Tapiz de la Creación en Gerona, desarrollado en punto de cadeneta con lanas de colores sobre un tejido de lino (véase Bordado). Los atuendos eclesiásticos y las cortinas de altar representan otros ejemplos preservados de telas románicas. Los tejidos más apreciados en Europa central no fueron los producidos por artesanos locales, sino los importados del Imperio bizantino, la España musulmana y Oriente Próximo.
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