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Biotecnología y ‘bebés probeta’

Biotecnología y 'bebés probeta'

¿Cuándo y cómo surgió la biotecnología y la reproducción humana? En la década de 1970 la inseminación artificial se volvería una práctica común, con miles de casos en el mundo, pero el avance fue la fertilización in vitro, conocido como ‘bebé probeta’ que popularizó el término ‘madre de alquiler’. Se solucionaba así un problema que afectaba a mujeres que no tenían condiciones de desarrollar una gestación normal ni de recibir la implantación de un embrión, o bien la incapacidad de su pareja para concebir.

El primer bebé probeta fue Louise Brown, que nació perfectamente normal el 25 de junio de 1978, en Inglaterra.

En 1995 había en el mundo un estimado de 150.000 bebés probeta. Mientras tanto, la técnica de congelación de embriones se desarrollaría con el mismo éxito en los animales, los terneros probeta. El primer ser humano originado a partir de un embrión que se había mantenido congelado nació sólo en 1984, en Australia. Actualmente esta técnica (criogenización) es de rutina.

Los modernos centros de reproducción humana asistida de todo el mundo realizan ICSI (del inglés intracytoplasmic sperm injection que se traduce como inyección intracitoplasmática de espermatozoides). Usando sensibles instrumentos de micromanipulación, bajo el objetivo del microscopio, se introduce directamente en el citoplasma del óvulo (en realidad, el ovocito), con una micropipeta, un espermatozoide para fecundarlo. El cigoto se mantiene en cultivo hasta la fase de una pequeña mórula, con algunas células (blastómeros). Esos embriones (en realidad, mórulas) son a continuación implantados en el útero de la mujer donante de los óvulos o en una madre de alquiler. Algunos de ellos pueden ser mantenidos en bancos de embriones para implantación, en caso de que el procedimiento no surta el efecto esperado o no tenga éxito.

También hay técnicas frecuentes aplicadas a los hombres que, por alguna razón, no producen espermatozoides (azoospermia) o producen esperma anormal o en pequeñas cantidades (oligospermia) o incluso no activos. En tales casos, se realiza una biopsia para la extracción de espermátidas directamente de los testículos, y con ellas se realiza la ICSI. Las espermátidas, para quien lo desconozca, son las células no flageladas, precursoras de los espermatozoides.

Experimentalmente, las espermatogonias, células diploides que todavía no han comenzado la espermatogénesis, también se han utilizado con éxito para la fertilización artificial en animales. En este caso, es retirado el núcleo del óvulo y el embrión tiene apenas genes paternos (androgénesis), siendo mantenido el número diploide.

Todas estas técnicas de reproducción siempre causaron mucha controversia en diversos sectores de la sociedad, en particular sobre asuntos de ética, moral y religión. Lo mismo ha sucedido con la clonación de organismos transgénicos y el desciframiento del genoma humano. Lo que podemos decir en su defensa es que la ciencia no es buena o mala, el ser humano es quien puede hacer uso de ella para bien o para mal.

Teniendo en cuenta todas las implicaciones jurídicas de la biotecnología y la reproducción humana, esperamos que la humanidad se comprometa a desarrollar, vigilar y regular el trabajo de los laboratorios y científicos para el bien común.

Fotografía © Telegraph.co.uk

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