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La timidez infantil

Timidez en la infancia

Si su niño se muerde las uñas, las manos son siempre muy sudorosas, es retraído, es muy pasivo y tiene dificultades para relacionarse con sus compañeros de la misma edad, entonces probablemente es un niño tímido.

La timidez puede definirse como la tendencia a evitar interacciones sociales debido al temor de ser evaluados negativamente por parte de otros. En términos somáticos, manifestaciones de la timidez se caracterizan por enrojecimiento, tensión muscular, palpitaciones, temblores y sudoración intensa.

Aunque hay mucho consenso sobre el origen de la timidez, muchos investigadores consideran que, aunque esto tiene un origen genético, puede ser agravado o modificado a partir de las interacciones que el niño establece con los demás. La falta de experiencias sociales es una de las más importantes causas de timidez. Todo indica que el aislamiento social durante la infancia altera el normal desarrollo de la expresión emocional. Además, Rosenbaum J. F. constató, a través de un estudio, la existencia de una fuerte correlación entre el elevado nivel de ansiedad interpersonal de los padres y la timidez de los niños.

Hay una serie de consecuencias negativas asociadas con timidez. Los niños tímidos suelen tener más dificultades para hacer y mantener amistades porque carecen de las habilidades sociales, lo que contribuye a hacerlos más solitarios. Las dificultades de defenderse son otra consecuencia negativa, en la medida en que a veces otros aprovechan de ellas. La timidez también a menudo es interpretada por otros niños como un signo de indiferencia y desinterés, que contribuye a que estos niños sean ignorados o excluidos, desencadenando un aislamiento. Como tienen dificultades para expresar sus emociones, a veces tratan de ocultarlas, con todo lo negativo que conlleva.

El hecho de que la timidez implica un desgaste emocional alto para el niño, debe llevarnos a buscar maneras de minimizarla. Una de las estrategias que pueden ayudar a superar la timidez del niño es crear, en el contexto familiar, espacios donde ella puede hablar con calma, aprovechando cada oportunidad para reforzar el comportamiento positivo.

También es esencial que en el contexto escolar los educadores o profesores ayuden en este proceso, estimulando al niño a participar siempre que sea capaz de hacerlo.

Además de lo que se ha dicho, es importante tener en cuenta que muchos comportamientos pueden adquirirse mediante el aprendizaje social, en particular a través de la observación de modelos de influencia. Si los padres presentan comportamientos extrovertidos, los niños pueden interiorizar más fácilmente este tipo de comportamiento. Lo contrario también ocurre, es decir, padres tímidos y poco sociables podrán potenciar el desarrollo de conductas introvertidas en los hijos.

Lo que de aquí se puede concluir es que, a pesar de la genética tener su responsabilidad para el surgimiento de la timidez, los padres pueden redirigirla a través de sus propios comportamientos actuando marcadamente de manera extrovertida frente a ellos y creando oportunidades que permitan al niño tener una gran variedad de experiencias sociales.

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