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La Revolución de 1830

Revolucion de 1830

Con el fin de la era napoleónica, Francia vio la supremacía de los regímenes absolutistas imponiendo el regreso de la dinastía borbónica, bajo la tutela del rey Luis XVIII (1814-1824). A partir de entonces, una nueva constitución estipula que el rey era el máximo representante del poder ejecutivo y el poder legislativo se organizaría en sistema bicameral, donde la Cámara de los Pares sería ocupada por miembros seleccionados por el rey y la Cámara de los Diputados sería elegida a través del voto censitario. De ese modo, todos los ideales y las inquietudes generadas por la experiencia revolucionaria francesa serían sepultados por un gobierno elitista que combinaba elementos liberales y monárquicos. Bajo el punto de vista político, Francia se dividió entre tres grupos: ultras, partidarios de la perspectiva absolutista sin restricciones; bonapartistas, partidarios del regreso de Napoleón Bonaparte al gobierno; y radicales, que buscaban la reanudación inmediata de los principios transformadores de principios de 1789.

En 1824, la muerte de Luis XVIII acabó agravando las rivalidades políticas. Ese año, con el apoyo expreso de las porciones políticas más conservadoras en toda la nación, el rey Carlos X vendría a promover medidas que restablecería el absolutismo del Antiguo Régimen. Con este fin, indemnizó a los nobles que huyeron de Francia durante la revolución, estableció la censura de los medios de comunicación y aumentó la participación de la iglesia en las instituciones educativas.

En 1830, la victoria liberal en las elecciones para diputado expresó la reacción inmediata contra el desarrollo de un gobierno conservador. Sin embargo, Carlos X no se echó atrás y, por medio de las llamadas Ordenaciones de Julio, impuso un decreto que retiró el cargo de todos los diputados escogidos. Bajo el liderazgo del duque Luis Felipe, periódicos, estudiantes, burgueses y trabajadores iniciaron manifestaciones y levantamientos que condujeron a la Revolución de 1830.

A través de la intensa acción popular que organizaron las llamadas jornadas revolucionarias, el rey Carlos X abdicó del trono y buscó exilio en Inglaterra. De esa manera, el duque Luis Felipe I fue quien asumió el trono con el indeleble apoyo de la burguesía francesa. Debido a esta asociación, el nuevo monarca estableció el orden de múltiples acciones y leyes de la naturaleza absolutista, pero mantuvo la cuestión de preservar la excluyente barrera política del voto censitario.

Incluso desestimando la atención de las reivindicaciones republicanas, el nuevo gobierno tuvo la significativa función de poner fin a las intenciones restauradoras del Congreso de Viena. En poco tiempo, la diseminación de los acontecimientos franceses inspiró otros levantamientos nacionalistas por Europa. Un ejemplo se dio en Bélgica, que acabó alcanzando su independencia en relación a Holanda.

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