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La hiperactividad

Hiperactividad
La agitación motora es la característica que habitual e inmediatamente es asociada a la hiperactividad. Padres y profesores describen a los niños que consideran hiperactivos como siendo incapaces de permanecer quietos y concentrados en las tareas.

En la literatura especializada del DSM-IV, la hiperactividad se señala como trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH). La desatención, la impulsividad (desinhibición comportamental) y la hiperactividad son consideradas las tres manifestaciones base de este disturbio. La desatención es sobre todo más notoria en situaciones repetitivas y aborrecidas o que exigen un nivel más elevado de atención. La impulsividad o, en otras palabras, el fracaso en la inhibición de comportamientos es el síntoma que mejor parece caracterizar este desorden.

El control pobre de los impulsos conduce a los niños a responder cuando no es su turno y, a su vez, a no respetar las reglas e interrumpir constantemente el discurso de los otros, a buscar gratificaciones inmediatas y a lidiar mal con la frustración.

La hiperactividad se asocia con la impulsividad. Esto se refleja en una actividad motora y vocal superior a la media, es decir, por una gran dificultad en estar quieto y callado incluso cuando las circunstancias lo exigen.

Para algunos autores, como Barkley y Douglas, la autorregulación es una cuestión crucial cuando se trata de TDAH. La no utilización por parte de estos niños de estrategias de autocontrol es uno de los factores que explican el hecho de que, a pesar de a veces tener capacidades cognitivas superiores a la media, presentar rendimiento escolar muy inferior al que cabría esperar.

La inmadurez al nivel de autorregulación de los afectos es otro problema grave de los individuos con ese trastorno, en la medida en que la dificultad en lidiar con las emociones va a tener implicaciones serias a nivel relacional.

Tomar medidas

Lidiar con un niño con este trastorno es una misión difícil; para algunos resulta imposible. A pesar de las dificultades es urgente tomar medidas que permitan reducir el sufrimiento de los mismos, de las familias y de todos los que entran en contacto con los señalados como hiperactivos.

En edades muy tempranas, hasta 4 a 5 años, puede ser difícil establecer un diagnóstico de TDAH. Si el niño alrededor de los 6 a 7 años presenta los síntomas descritos, no debe dudar en buscar la ayuda de un experto. La intervención de un equipo constituido por un médico y un psicólogo podrán dar una contribución muy significativa a la reducción de los efectos extremadamente nefastos de este trastorno. La intervención de ser médica y no solamente psicológica, en la medida en que es fundamental el uso de psicofármacos. Estos medicamentos van a actuar sobre los déficits neuropsicológicos, mediante la acción sobre los sustratos neurales del córtex prefrontal.

Además, es importante tener siempre en mente que la desinhibición conductual presentada por estos individuos no es voluntaria, sino más bien un resultado de la desregulación. El niño no presenta los comportamientos descritos anteriormente para desafiar a sus padres o maestros, sino porque, a pesar de saber lo que debe hacerse, no es capaz de poner en movimiento ciertas competencias.

Este hecho obliga a que los gritos, amenazas y castigos físicos sean sustituidos por reglas explícitas – sean más eficaces y menos frustrantes. Todos los esfuerzos hechos por el niño en el sentido de autocontrol deben también ser apreciados, al paso que los comportamientos inadaptados siempre deben ser devaluados.

 

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