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La doctrina islámica

Doctrina Islam
Las dos fuentes fundamentales de la doctrina y la práctica islámicas son el Corán y la Sunna o tradición, así como el comportamiento modélico del profeta Mahoma.

Los musulmanes consideran el Corán como la palabra eterna e ‘indesarrollada’ de Dios expuesta a Mahoma a través de Gabriel, el arcángel de la revelación. Creen que su autor es el mismo Dios, y no el Profeta, por lo que el Corán es único e infalible. La palabra procede del árabe al-qur’ān, ‘la lectura’ o ‘la recitación’. Recoge las diferentes revelaciones de Alá a Mahoma durante los casi 20 años de su vida profética (612-632). Está dividido en 114 suras (capítulos) divididas en poco más de 6.200 aleyas (versículos). La sura más breve contiene sólo 3 versículos y la más amplia 286 versículos largos. Las 114 suras aparecen dictaminadas en orden decreciente, con alguna ligera oscilación. Tanto investigadores islámicos como no islámicos están de acuerdo en la integridad que trascendentemente ha mantenido el texto del Corán a lo largo de la historia.

La Sunna y el Hadit

La segunda fuente fundamental del islam, la Sunna o ejemplo del Profeta, es conocida a través del Hadit, la recopilación de tradiciones inspiradas en los sucesos y dichos del Profeta. A discrepancia del Corán, que fue memorizado por muchos incondicionales de Mahoma y que fue recopilado en forma escrita muy pronto, la transmisión del Hadit fue en gran parte oral y las actuales colecciones permitidas datan del siglo IX.

Diferentemente del Corán, el Hadit no es considerado infalible. En la fase islámica primitiva la infalibilidad del Profeta (además de las revelaciones del Corán) constituyó un punto de dicusión. Pero después el consenso de la comunidad islámica fue que tanto él como los profetas previos fueron infalibles. Debido a que el Hadit fue transmitido de manera oral, se reconoció que la mediación humana pudo meter fallos durante dicho proceso, por lo que es una fuente secundaria en relación al Corán. Según algunas indagaciones no musulmanas, una gran parte del Hadit no procede en sí del ejemplo del Profeta, sino que recoge las valoraciones de las iniciales concepciones de musulmanes, valoraciones que fueron después atribuidas a Mahoma. En determinados casos se habrían conservado sus manifestaciones genuinas, aunque después se añadieran valoraciones teológicas o legales expuestas por musulmanes.

Dios

El monoteísmo es una cuestión central para el islam, que asiente la existencia de un solo Dios (llamado Alá), exclusivo y omnipotente. Rechaza el politeísmo (creencia en varios dioses), así como la prolongación de la deidad de Alá a alguna persona. Dios creó el hombre y la naturaleza a través de un primordial acto de misericordia, de lo contrario existiría la nada. Asimismo, dotó a cada elemento de su creación de su propia naturaleza y de leyes que gobiernan su conducta. El resultado es una agrupación armónica y organizada, un cosmos en el que cada cosa tiene su propio lugar y sus limitaciones, por lo que en la naturaleza no aparecen desequilibrios, trastornos o separaciones. Dios preside y gobierna el Universo, que con su organizado funcionamiento es el signo y la prueba destacado de la existencia de Dios y de su unidad. En el pasado pudo haber alteraciones del orden natural, en forma de milagros, sin embargo aunque el Corán acepta los milagros de los profetas previos (Noé, Abraham, Moisés, Jesucristo y otros), los declara caducos; el milagro de Mahoma es el Corán, prodigio que ningún humano puede realizar o repetir.

Según el islam, Dios cumple cuatro funciones fundamentales en relación al Universo y a la humanidad en específico: creación, sustento, dirección y proceso. Dios, que creó el Universo por su absoluta misericordia, está empujado igualmente a conservarlo; toda la naturaleza ha sido subordinada a la humanidad, que puede explotarla y aprovecharse de ella. Pero, el último propósito de la humanidad consiste en existir al ‘servicio de Dios’, esto es, para venerarle sólo a Él y cimentar un orden social ético, justo y libre de corrupciones.

Ética

El Corán declara que ‘reformar la Tierra’ es el ideal que debe guiar todo esfuerzo humano. La crítica básica que se hace de la humanidad en el Corán es que es demasiado vanidosa y demasiado insignificante, de miras estrechas y egoísta: ‘El hombre es por naturaleza timorato’, dice el Corán. ‘Cuando le acontece una desgracia padece pánico, sin embargo en el momento en que experimenta sucesos privilegiados no los comparte con los demás’. Este egoísmo motiva que los individuos estén tan sumergidos en la naturaleza terrenal que pierdan la visión de su Creador y que sólo en el momento en que la naturaleza les falla, ellos, en su total frustración, regresan a Dios.

Como consecuencia de su imperfección, las personas temen que la caridad y el sacrificio por los demás redunden en su propio empobrecimiento. Sin embargo, tal acto es obra de Satán, ya que Dios promete prosperidad como moneda de cambio por practicar la dadivosidad con los indigentes. El Corán insiste, por tanto, en que los individuos trasciendan sus defectos y se superen. Al hacerlo desarrollarán su carácter moral interior, que el Corán llama taqiyya (que suele traducirse como temor de Dios’, sin embargo que significa en realidad ‘precaución, defensa ante el peligro’). Gracias a este don, los seres humanos pueden discernir el bien del mal y, especialmente, evaluar sus propias acciones con objetividad, evitando desorientarse, peligro al que siempre están expuestos. El valor real de las obras de una persona sólo se puede juzgar a través de su taqiyya, y la tentativa de los individuos debería ser el beneficio último de la humanidad, no los placeres inmediatos ni las ambiciones personales.

Profetas

Dios ha enviado profetas a la Tierra debido a la debilidad moral de la humanidad, para dar lección tanto a los individuos como a los estados la correcta conducta moral y espiritual. Tras la creación y los medios de subsistencia, la misericordia de Dios se expresa en estos actos de orientación. A pesar de que el bien y el mal estén apresados en el corazón humano, la inaptitud o el rechazo de numerosas personas a descifrar ese registro hace necesaria la dirección profética. Esta guía es universal: nadie en la Tierra ha sido despojado de ella.

Adán fue el primer profeta; tras su expulsión del Jardín del Edén, su falta recibió el perdón de Dios (por esta razón el islam no acepta la doctrina del pecado original). Los mensajes de todos los profetas brotan de una misma fuente divina, las tablas de la revelación, la palabra de Dios desde el principio de los tiempos. Igualmente se le conoce como el Libro Celeste, trasmitido al profeta Mahoma por la mediación del arcángel Gabriel. Las religiones, por resultante, son en sumario una, aunque adquieran diferentes formas institucionalizadas. Los profetas constituyen una unidad indivisible y se debe pensar en todos ellos, ya que admitir a unos y rehusar a otros equivale a negar la verdad divina. Todos los profetas son humanos; no intervienen de la deidad, sin embargo son los modelos más altos y valiosos para la humanidad. Pero, algunos profetas se juzgan superiores a otros, especialmente por su constancia ante el sufrimiento. De esta forma, el Corán describe a Mahoma como el ‘primero de los humanos’ (39,12), ‘enviado’ de Alá (4,62) o ‘sello de los profetas’ (33,40). Acatar sus instrucciones es obedecer al propio Dios. Es, además, una inmensa manifestación de la misericordia divina en relación a los hombres, pues se juzga el último mensajero de su intención. El versículo del Corán donde se interroga a los profetas humanos (93,7): ‘¿Acaso no te encontró extraviado y te guió?’ exalta la primacía de Mahoma como profeta máximo del islam, aún en el momento en que ha provocado diversos conflictos teológicos, especialmente entre los chiitas, quienes parafrasean esta aleya como: ‘Un extraviado te ha encontrado y te ha guiado’ (los suníes leen, en cambio: ‘No te encontró extraviado en un viaje y te guió’). De aquí procede la convicción islámica de que los profetas se extinguieron y terminaron con el Corán. El islam es la última y más perfecta revelación de Dios, y se impone a todas las anteriores.

El Juicio Final

Las acciones divinas de creación y dirección concluyen con el acto del Juicio Final. En este día en que la humanidad será reunida y todos los individuos serán juzgados tan sólo por sus actos. Los ‘escogidos’ irán al Jardín (el paraíso) y los ‘perdedores’ irán al infierno, aunque Dios es misericordioso y perdonará a los que sean merecedores de ello. Además del Juicio Final, que afecta a los individuos, el Corán reconoce otra clase de proceso divino, que afecta a la historia de naciones, pueblos y comunidades. Las naciones, como los individuos, pueden estar corrompidas por la riqueza, el poder y el vanidad, y si no se reforman serán castigadas con la destrucción o enjuiciadas por pueblos más virtuosos. (Corán 39,67-75 y 22, 1-24.)

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