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Jugar no es solo jugar en la infancia

Niños jugando
Gran parte del tiempo de los niños se pasa en el juego. El juego es una especie de lenguaje universal, esencial para el desarrollo y equilibrio no sólo para el niño, sino, digamos, incluso de la propia humanidad.

Cuando se juega, el niño tiene la posibilidad de ir percibiendo el funcionamiento de todo aquello que le rodea y de, lentamente, ir entrando en el mundo de los adultos y en las reglas que lo rigen. Así, observando y jugando con los niños, tenemos la posibilidad de percibir el significado que el mundo tiene para ellos, de la forma en que lo afrontan y construyen. Esto nos permite participar en esa construcción y crear una mejor relación con el chico. Nadie conoce verdaderamente un niño sin conocer y percibir la forma en que juega.

Los juegos de los niños cambian a medida que crecen y se desarrollan. En primer lugar, el niño juega con su propio cuerpo, ve y toca con las manos, lleva el pie a la boca, se agita. Después descubre los objetos y sus potencialidades. Sujeta los juguetes en la mano, los lleva a la boca, los agita, los tira al suelo. De aquí la combinación de los objetos en un juego relacional entre ellos y una fantasía recreada.

De esta manera, el niño entra en el juego simbólico, donde la imaginación y la fantasía nunca dejan de sorprendernos. Juguetes y objetos en general no deben utilizarse sólo para aquello que han sido creados y pasan, en el imaginario del niño, a ser todo aquello que ellos quieren y requieren en cada momento. El juego permite que el niño experimente, al nivel de fantasía, aquello que en la vida real le está inaccesible o prohibido.

Es todavía en el juego que el niño aprende a defenderse de la angustia o el miedo, experimenta afectos, resuelve problemas. El juego es la forma más fácil y accesible que el niño tiene de entrar y salir de la realidad las veces que desea.

Ciertamente, todos tenemos nuestro imaginario de infancia poblado de juguetes y formas de jugar que tuvieron un efecto apaciguador en momentos angustiantes, en que nosotros nos sentimos más inseguros, perdidos o desamparados.

Los juegos ‘violentos’ con gran implicación física, como tirarse al suelo o experimentar la fuerza con los amigos y, más tarde, los juegos de reglas pasan, también, a formar parte integrante de las actividades lúdicas de los niños consigo mismo y con los demás. A partir de los 7 a 8 años, los niños son capaces de crear sus propias reglas para los juegos, de forma que cada uno tengan bien definido su papel. Este tipo de juegos da al niño la posibilidad de aprender a ganar y a perder, a regular sus emociones y a lidiar adecuadamente con algunas frustraciones. El niño tiene en estos juegos un manantial inagotable de posibilidades para aprender competencias que le permitan establecer relaciones armoniosas con los otros.

Por todo esto, el juego no puede ser percibido como una simple forma de pasar el tiempo, sino más bien como un tema serio que permite al niño un buen crecimiento físico, intelectual, emocional y social. Jugar tiene una doble función de, por un lado, crear excelentes oportunidades de estimular el razonamiento y, por otro, de disponibilizar reglas necesarias a la convivencia y vida en sociedad.

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