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Historia de los sellos

Filatelia

Hasta mediados del siglo XX, existía el hábito en todos los países sobre la importancia de que el envío de correspondencia quedase a cargo del destinatario, una vez llegado el giro postal. Ello, por supuesto, tenía sus inconvenientes, porque podría ocurrir que el destinatario o que no dispusiera de las condiciones para pagar una tasa fija.

La adopción del sello fue, por tanto, una verdadera y propia revolución en lo económico y administrativo, ya que ese pedazo de papel es, realmente, entregado en la correspondencia del remitente y asegura a la Administración de Correos, anticipadamente, los gastos de envío.

El fundador del sello era un trabajador postal británico, Sir Rowland Hill (1795-1879), y la innovación, según algunos, se inspiró en una experiencia personal. En una ocasión, Rowland habría entregado a una joven una carta que fue enviada por su hermano; recibida la carta, la mujer observó la carta entre sus manos, y después la devolvió sin abrirla. Sorprendido por el inesperado contratiempo, que le impedía recibir la justa recompensa por el transporte y entrega, Rowland preguntó por el rechazo de la carta. Así pues, por ciertas señales convencionales escritas en el sobre, la joven se había dado cuenta de que su hermano se encontraba bien y, por tanto, podía dispensar leer la carta. Es muy poco probable que Sir Rowland Hill fuera el protagonista de este episodio. Es cierto, sin embargo, que Rowland Hill fue el primero en proponer la adopción del sello en la oficina de correos de Gran Bretaña, siendo adoptado en 1840.

En 1840, Gran Bretaña emitió la primera serie oficial de una etiqueta de precio de envío el sello de un penique, lo que le valió el nombre de Penique Negro. Ese mismo año, se emitió un sello azul, con el precio de dos peniques. Estos dos sellos fueron tan populares que mucha gente los compró, no tanto para su uso postal, sino por su diseño y su valor sentimental. De este modo, el entusiasmo por los coleccionistas de sellos nació en los días posteriores a la emisión de dichas copias. Tras el éxito de los sellos británicos, en 1860 la mayoría de los países ya habían adoptado el uso de la estampilla. La afición y pasión por la colección de sellos sería conocida como filatelia.

Brasil fue el primer país de América, y el tercer mundo, para adoptar el sello de correos, por decisión del joven emperador Pedro II. El primer ejemplo de una serie conocida como Ojo de Buey, por su diseño oval, se emitió el 1 de agosto de 1843.

El famoso sello de la Guayana Británica, que se vendió al precio de un penique, del 4 de abril de 1856, ha sido el sello más caro del mundo.

El crecimiento de los sellos daría sucesivamente el surgimiento de los coleccionistas de sellos o filatelistas. La actividad que apasiona al filatelista es muy variada e interesante. Consideremos, por ejemplo, que a través de estos pequeños trozos de papel de colores, se pueden conocer los paisajes, los monumentos, las flores, los animales de los países aún no visitados, la efigie de personajes célebres y el emblema de las naciones extranjeras. En los sellos, está reproducido el mundo por completo y, por ello, es interesante e instructivo, además de divertido, su colección.

Un funcionario del Museo Británico fue la primera persona interesada en la filatelia, tras la aparición del primer sello de correos en 1840. En la actualidad hay millones de coleccionistas en todo el mundo. Sellos o estampillas únicas y valiosas atraen a los coleccionistas de sellos no sólo por su belleza estética y su valor económico, sino también por su valor histórico, geográfico, político o artístico, o como testigo de muchos otros aspectos de la civilización.

Con el auge de la filatelia, hubo numerosas publicaciones dedicadas a los sellos. El primer libro de los sellos se publicó en Francia en 1861, compilado por Alfred Potiquet.

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