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lac&onico

laconico
Llamamos hoy así a quien, como los antiguos laconios, es sumamente parco en palabras.
Los laconios o espartanos eran los habitantes de la Laconia, llamada también Esparta, una antigua region de la peninsula griega del Peloponeso y una de las ciudades autonomas griegas, las denominadas polis. Eran famosos por su dedicacion casi exclusiva a la guerra, lo que les exigia una educacion tremendamente estricta ya desde la infancia. De hecho, hoy seguimos utilizando el adjetivo espartano con el significado de ‘excesivamente estricto, muy duro’: educacion espartana, leyes espartanas, jefe espartano, padre espartano, incluso algun deportista llega a decir que su preparador lo somete a entrenamientos espartanos…
Para ilustrar lo dicho, baste decir que los niños que nacian en Esparta con el más minimo defecto fisico eran despeñados por el monte Taigeto, por considerárseles inutiles para el combate. Los que nacian sanos eran bañados en vino y colocados en el escudo del padre para infundirles el espiritu guerrero. A los siete años los varones pasaban a ser propiedad del Estado y a vivir en una especie de cuarteles en los que permanecian hasta los veinte años, edad en la que eran libres para casarse. Los espartanos vestian con poquisima ropa, comian lo estrictamente necesario y a veces, pensando en las penurias que a buen seguro pasarian en la guerra, se les obligaba a robar comida sin ser descubiertos, so pena de muerte; periodicamente eran cruelmente azotados, sin que pudiera salir de su boca ni una sola queja, y se bañaban a diario, en invierno y en verano, en las gélidas aguas del rio Eurotas.
Toda esta educacion les hacia ser prácticamente analfabetos. Despreciaban totalmente la oratoria, al contrario que los atenienses, cuya educacion rechazaba la guerra y fomentaba el estudio y las artes. Eran tan pobres y parcos en el hablar que a veces ni entendian a sus vecinos ni sus vecinos a ellos. Una de las numerosas anécdotas sobre lo dicho nos cuenta que un embajador de la ciudad de Melos se presentó ante sus vecinos espartanos para pedirles alimentos. Estos, como era habitual, no entendieron el discurso y el embajador, cansado de darles explicaciones de mil maneras distintas, les señaló con el dedo un saco de harina. Solo entonces comprendieron y enviaron la ayuda pedida.

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