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faro

faro
Aunque el uso cotidiano ha hecho que llamemos así fundamentalmente a las luces de los coches (faros antiniebla, el faro derecho, etc.), no debemos olvidar que faro es esa torre alta colocada en el puerto y que sirve de punto de referencia nocturna a los navegantes, gracias a esa potente luz que la corona. Asi, de este sentido de ‘guia, orientacion’, se usa de forma metaforica cuando se dice que alguien es el faro de su vida, entre otras cosas.
Ciñéndonos a la palabra, señalemos que nos llegó del latin pharu(m), y ésta del griego. En realidad se trataba de un toponimo, y, en este caso, del nombre de una isla, la isla de Pháros, situada en la bahia de Alejandria, en Egipto. Esa pequeña isla, una más de todas aquéllas, se desmarcó de las demás y alcanzó la fama universal gracias a la vision y la inteligencia de un rey, Ptolomeo Soter, quien, allá por el siglo II a. C., mandó construir en la costa un faro de tal grandiosidad que llegó a ser una de las Siete Maravillas del Mundo. Y fue así porque, entre otras cosas, tenia una altura de nada menos que 135 metros, erigidos sobre planta cuadrada, lo cual nos da idea de lo excepcional (aparte de ser la primera) de esta obra de ingenieria, considerada el refugio preferido de Proteo, el viejo dios marino de los griegos.
La maravilla y la gloria de este auténtico faro serán solo recordadas porque ya no es posible contemplarlo: en el siglo XIV un colosal terremoto lo derrumbó y nadie ha vuelto a reconstruirlo.

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