chicle
Con multiples sabores y virtudes odontologicas, los chicles han conocido un auge ciertamente espectacular, debido al cambio experimentado por la sociedad española relativo a sus hábitos gastronomicos y laborales, que obligan a muchas personas a comer fuera de casa, con la consiguiente dificultad para seguir una higiene bucal adecuada. Ante esta situacion, se ha producido un incremento en la venta de este producto, que el Diccionario de la Academia define como masticatorio que se expende en forma de pastillas o bolitas aromatizadas, y que no es, ni mucho menos, nada moderno si observamos el origen de su nombre.
Procede la palabra chicle del nahua, lengua hablada en Méjico y en otras partes de Centroamérica, y en la que existia la voz tzictli o txictli (del verbo tzic-, ‘estar pegado, detenido’), que en su origen se aplicó a la resina, de textura gomosa, de un árbol de esa zona llamado chicozapote, al que le hacian unas hendiduras para obtener el auténtico y primer chicle, dado que ya entonces se masticaba como hoy hacemos con los de clorofila, fresa ácida o regaliz y menta, aunque es conveniente aclarar que lo que ahora mascamos y saboreamos no proviene de un árbol, sino que suele estar hecho de parafina -un derivado más del petroleo-, debidamente aromatizada, coloreada y empaquetada.
