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baldaqu&in

baldaquin
Aunque el más famoso sea el de la basilica de San Pedro de Roma, diseñado nada menos que por Bernini (1598-1680), pueden encontrarse baldaquines en muchas iglesias de todo el mundo, con la misma mision de coronar y dar prestancia al altar, y destacarlo sobre cualquier otra parte del templo, incluso estando abarrotado de fieles. Esta costumbre, de clarisimas raices orientales (agrave; persiana) (en muchas sinagogas judias existe también una especie de baldaquin) también pasó a los palacios para cubrir los tronos reales, y llegó a estar presente en las casas de los nobles y personas adineradas, de forma que sus camas lucian esos doseles o palios, siempre lujosos por la madera y las telas usadas, para dar realce a sus distinguidos lechos.
Estrechamente relacionada con ese origen oriental, la palabra llegó a Europa, concretamente al italiano, como baldacchino, procedente de la voz Baldac o Baldacco, que era el antiguo nombre de la ciudad de Bagdad, la capital de Irak. Esto se debió a que de aquella lujosa ciudad provenia un tipo de tejido precioso oriental muy famoso en la Edad Media que recibia el nombre de baldaquí o baldaquin. El uso de esta tela para hacer los doseles hizo que éstos también recibieran el actual nombre de baldaquin, voz, por cierto, preferida por la Real Academia si bien admite también la de baldaquino.

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