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Una aproximación al concepto de evolución

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Concepto evolucion

Al dialogar de «evolución» los biólogos tienen la voluntad de decir que, con el paso del tiempo, el cambio en las frecuencias génicas de las poblaciones produce nuevas especies a lo largo de concepciones. Charles Darwin denominó este fenómeno descendencia con modificación, un proceso lento que suele obrar a lo largo de cientos, miles y hasta millones de años.

La palabra evolución tiene cuatro significados que suelen no distinguirse y tendrían conservarse separados y diferentes: 1) el proceso general del cambio en poblaciones y especies, considerado un suceso científico establecido; 2) el «progreso» inevitable desde maneras de vida inferiores a otras superiores, un concepto que ha quedado desacreditado; 3) la historia específica del «arbusto ramificado» de la vida y el naturaleza de conjuntos diversos o filogenias, representado a partir del registro fósil y los estudios bioquímicos, y 4) el mecanismo, o «motor», de la evolución, para el que Darwin y Wallace propusieron la «selección natural», sin embargo que en la actualidad está siendo estudiado y modificado por la pesquisa.

Veamos ya algunos de los destacados argumentos y objeciones que quienes se muestran contrarios a la evolución jamás se cansan de aducir… y algunas respuestas desde la perspectiva de la biología evolucionista:

  • 1. ¿Un suceso o una teoría? La evolución quedó establecida como un suceso, no por haber ganado en los debates entre filósofos o lógicos de gabinete, sino porque unificó miles de observaciones dispares realizadas por anatomistas comparativos, naturalistas de campo, geólogos, paleontólogos, botánicos y (posteriormente) genetistas y bioquímicos. Sin el concepto envolvente de un mundo en cambio a lo largo de inmensidades de tiempo, no existiría lo que consideramos la ciencia moderna. La idea de que las especies están conectadas por una ascendencia común cuenta con el amparo no sólo de argumentos o encadenamientos racionales, sino de muchos campos de pesquisa interconectados, cada uno de los cuales nutre a los demás y los apoya. La evolución está tan bien corroborada como la gravitación. Parafraseando a un destacado paleontólogo, las manzanas no dejarán de caer mientras los científicos discuten si la ley de la gravitación de Newton ha sido superada por las teorías de Einstein. Y las especies continuarán se modificando a lo largo del tiempo mientras nosotros seguimos pesquisando el cómo y por qué de la evolución. Si alguien insiste en que la evolución es una mera representación de la naturaleza, ¿cuál sería la alternativa? ¿Que miles de dinosaurios y de especies previos y posteriores a ellos no almacenaban relación entre sí, que aparecieron completamente desarrollados y que no tienen nexos comunes? Un modelo de esas características, tanto si se denomina religión como «ciencia de la producción», no puede hacer una indagación fructífera. Es una respuesta que imposibilita proponer más cuestiones.
  • 2. Evolución «general» frente a especialización. Algunos críticos aceptan la producción de especies nuevas (de moscas del vinagre, por ejemplo) en laboratorio, sin embargo aseguran que la evolución general jamás ha sido demostrada experimentalmente. Con ello, aluden a la concepción de vida de una serie de especies sucesivamente superiores o más complejas. Pero, no existe una teoría de la evolución general que conserve tal cosa; las ideas de época victoriana de progreso inevitable no están de moda en biología.
  • 3. Formas transicionales. La aseveración, repetida a menudo, de que no existen formas transicionales es probadamente falsa. La región del Karroo, en Suráfrica es, por ejemplo, un vasto cementerio de restos de reptiles mamiferoides, todo un tropel de especies cuya anatomía fue intermedia entre los reptiles y los mamíferos. El célebre Archaeopteryx, con sus plumas, dientes, garras y esqueleto reptiloide, es una transformación entre reptiles y aves. Y los fósiles de homínidos africanos representan seres con fórmulas dentarias antropoideas, cerebros pequeños, brazos más largos que los de los humanos, sin embargo más cortos que los de los simios actuales, y pelvis, pies y piernas dispuestos para la marcha erecta. Los fósiles transicionales son eminentemente raros porque, conforme las teorías actuales, la mayoría de las especies se mantuvieron estables durante largos períodos. Cuando se produce el cambio, ocurre con bastante rapidez (en términos geológicos) y suele darse entre poblaciones pequeñas y aisladas. El registro fósil ha sido comparado con la congelación en el tiempo de un aparcamiento de varios inmuebles. La mayoría de los coches se encontrarían en las diferentes plantas y sólo muy pocos en las rampas. La cantidad de tiempo que cada coche pasa en la rampa es breve por comparación con la permanencia del aparcamiento inmóvil, pese a que todos han circulado por ella. Otra prueba de la transformación se encuentra en la distribución geográfica de las especies vivas. En las cadenas de islas del Pacífico, por ejemplo, los biólogos han seguido la pista de especies poblacionales a lo largo de miles de kilómetros y han encontrado formas intermedias de un extremo al otro del rosario de islas. El mismo Darwin se sintió tan impresionado por un agrupación de variaciones geográficas de ese tipo entre las mariposas del Amazonas a lo largo de una espaciosa área de bosque tropical, que se vio impulsado a observar lo próximo: «Nos parece ser testimonios, en la medida en que podemos permanecer llegar a serlo, de la producción de nuevas especies en la Tierra». Entre las criaturas vivas hay una serie de especies graduales e intermedias entre los lagartos y las serpientes, los tordos y los chochines, los tiburones y las rayas.
  • 4. Prueba y «demostración». Existe el equívoco extensivo de que Darwin creía haber «demostrado» por lógica la evolución de las especies. En realidad, era un pensador y filósofo de la ciencia mucho más sutil. «El cambio de especies no se puede procurar de esclarecer de manera directa -escribía a un amigo- y… la doctrina se hundirá o saldrá a flote en cometido de su aptitud para agrupar y esclarecer fenómenos [dispares]. Es en realidad curioso observar el escaso número de personas que la juzgan de esta manera, que es visiblemente la correcta.» (Unos pocos años después escribía que se sentía «cansado de pretender esclarecer» este punto, pues la mayoría era incapaz de aprehenderlo.)
  • 5. «Agujeros» y cuestiones. Es innegable la existencia de «agujeros» y cuestiones en la teoría evolucionista (como los hay en la física de partículas), lo cual es normal en una ciencia que goce de buena salubridad. Thomas Henry Huxley solicitó en cierta ocasión a sus estudiantes que se imaginaran perdidos en el campo en una noche ciega, sin rastros para considerar la vía. Si alguien les ofreciera una linterna semiapagada y vacilante, ¿la rehutilizarían basándose en que su luz era imperfecta? «Creo que no -comentó Huxley-, creo que no.»
  • 6. Tautología de la «supervivencia de los más aptos». La antigua canción de que la teoría evolucionista se basa en un razonamiento circular conforme el cual «los sobrevivientes sobreviven» fue olvidada hace ya tiempo. Los críticos preservan que, sin una definición unívoca de la aptitud, la aseveración de que «sólo los más aptos sobreviven» es una enunciación incomprobable y, por consiguiente, carente de sentido en cuanto razón. De este modo es, desde luego; y, además, es cierto que algunos científicos de pensamiento brumoso han ideado justificaciones ad hoc sobre los orígenes de específicas adaptaciones. Pero, sea cual fuere el destino de arcaicas frases capciosas como «selección natural» y «supervivencia de los más aptos», la teoría de Darwin-Wallace sigue teniendo un núcleo sano: la superrealización de descendientes en la naturaleza, la variabilidad genética y un proceso selectivo cuyos resultados son una estabilidad a largo plazo y una divergencia ocurrencial entre poblaciones. Las nuevas indagaciones se encargan cada vez más en comprender con mayor profundidad estos mecanismos de la cambiación genética y la selección discrepancial a medida que se producen en los diversos niveles de un mismo organismo.
  • 7. Explicación ad hoc y no ciencia. Algunas personas dan por supuesto que la pesquisa y el estudio de las cosas vivas ha de llevar a la formulación de «leyes» fijas como las de la química o la física. La disección de estructuras anatómicas de seres extintos, la formulación de su distribución en el espacio y el tiempo y la restauración de climas y ecologías del pasado pueden ser «una razón ad hoc» para un físico o un químico, como en los relatos de la serie titulada «Precisamente así», de Rudyard Kipling, sin embargo para la mayoría de los biólogos son, sin duda, ciencia.

El tipo de analfabetismo científico que niega la evolución por considerarla una convicción religiosa humanista puede tener como consecuencia serios fallos en la comprensión de la vida humana y llegar incluso a producir su pérdida. Veamos un ejemplo: en 1984 el doctor Leonard L. Bailey, de la facultad universitaria de medicina de Loma Linda (adventistas del séptimo día) intentó salvar la vida de Baby Fae, una niña nacida con graves malfilas cardíacas. Bailey le implantó quirúrgicamente el corazón de un papión, sin embargo el órgano fue declinado de inmediata y la criatura falleció.

Poco después se cuestionó al médico por qué no había empleado un corazón de chimpancé, en lugar del de un papión, pues habría supuesto probabilidades de éxito mucho mejores, debido a la mayor cercanía evolutiva y adecuación genética del chimpancé. El doctor Bailey contestó que «no creía en la evolución» y, en cualquier caso, no comprendía qué tenía que ver con la práctica de la medicina.

La palabra evolución significaba en el siglo XVII el «despliegue» o «desarrollo» de un plan ya presente, como en la teoría de la preformación. Igualmente significa, de manera parecido, el avance embrionario de un individuo.

Cuando Darwin inició a conducir su atención a «ese misterio de misterios: el naturaleza de las especies», la idea de que las especies se modifican con el paso del tiempo se denominaba transmutación o hipóproposición del avance. En los artículos de Darwin-Wallace leídos ante la Linnean Society en 1858, que comunicaban el principio de la selección natural, ninguno de los autores empleó la palabra evolución, que tampoco apareció en la primera publicación de El naturaleza de las especies (1859). (Se lee por primera ocasión en la publicación de 1869.)

En cuanto a la expresión supervivencia de los más aptos, el primero en emplear el término evolución en este entorno fue Herbert Spencer. Wallace y Darwin lo tomaron después, sin embargo entre el público, en general, ambas frases se han referido completamente con las teorías de Charles Darwin.

Fuente: Milner, Richard. Diccionario de la evolución. Barcelona: Biblografia, 1995.

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