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Cine mudo

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Cine mudo

Entre 1909 y 1912 todos los trazos de la naciente industria estuvieron bajo el control de un trust americano, la MPPC (Motion Pictures Patents Company), formado por los notorios productores. Este conjunto limitó la permanencia de las cintas a una o dos bobinas y rehusó la solicitud de los artistas de aparecer en los títulos de crédito. El trust fue desmontado con éxito en 1912 por la ley antitrust del gobierno, que aceptó a los productores independientes formar sus propias compañías de distribución y exhibición, por lo que pudieron llegar hasta el público americano obras europeas de calidad, como Quo vadis? (1912, de Enrico Guazzoni), de Italia, o La reina Isabel (1912), de Francia, protagonizada por la artista Sarah Bernhardt.

Cine mudo americano

El ejemplo, especialmente de Italia, que en 1912 con 717 manufacturas era el cine más potente del mundo, llevó a los productores americanas a la acción, viéndose empujados a hacer cintas más largas, en las que los gestores tuvieran igualmente una mayor libertad artística, y los artistas figuraran en los títulos de crédito, lo que hizo indefectiblemente que algunos de éstos se convirtieran en los favoritos del público. Como resultado, continuó una fase de expansión financiera y artística en el cine de este país.

D. W. Griffith

El cineasta más prominente de la fase mudo en la naciente industria americano fue el productor y director D. W. Griffith, que en 1908 desarrolló la realización desde los estudios Biograph, en Nueva York, y perfeccionó los elementos que hasta ese momento se habían empleado para hacer cine. Dio a los fotogramas un sentido narrativo funcional, comenzándolos sólo en el momento en que había en la acción elementos significativos que exhibir, y acabando en cuanto la acción concluía. Igualmente acercó la cámara a los artistas para conquistar mayor apogeo emocional, dando al primer fotograma un sentido enfático y rompiendo con el tópico, hasta ese momento predominante en la industria, de que los llegantes no comprenderían dos ojos o una mano llenando toda la pantalla. Griffith, además de introducir estas novedades en la disposición de la cámara, hizo igualmente evolucionar la puesta en escena, y formó y dirigió su propia compañía de artistas hacia un modo de representación más naturalista (como por otra parte requerían los fotogramas más cercanos de los intérpretes). En su escuela se formaron futuras estrellas como Mary Pickford, Lillian Gish o Lionel Barrymore. Adicionalmente, experimentó con cierta libertad con la iluminación, los ángulos de cámara y el uso de filtros sobre los propósitos para conquistar efectos exclusivos. Griffith igualmente descompuso las escenas en una serie de fotogramas diferentes, midiendo la permanencia de cada uno de ellos para conquistar una intensidad emocional ascendente y un ritmo antes apartado en el cine. Con ello demostró que la base de la expresión fílmica es el montaje, y que la unidad de montaje es el plano, y no la escena.

En 1913 Griffith completó la que sería la primera de sus obras épicas: Judit de Betulia, cinta de 4 bobinas que irritó a los ejecutivos de la Biograph por su permanencia, por lo que no fue distribuida hasta 1914, en el momento en que la realización de los largometrajes era ya algo más común. Entretanto, Griffith había dejado la Biograph para integrarse a la Mutual de Hollywood y había empezado a trabajar en El nacimiento de una nación (1915), cinta de 12 bobinas identificada la primera obra maestra del cine. A pesar de que hoy resulte ridículo por su tono reaccionario en defensa del Ku Klux Klan, en su día emocionó a los asistentes, que los cien millones, con la amalgama de acción, combate y drama humano. Con los cuantiosos beneficios de esta obra, Griffith promovió un intento más progresista e igualmente más atrevido formalmente, de representar a través de cuatro capítulos históricos el fanatismo humano: Intolerancia (1916). Esta obra le supuso, sin embargo, un revés comercial y la miseria financiera, ya que el montaje final en el que se entremezclaban fragmentos de las cuatro historias que componían la cinta: La caída de Babilonia, Vida y Pasión de Cristo, La masacre de san Bartolomé y La madre y la ley, sin ningún enlace entre los cuatro capítulos, resultaba ya excesivamente complejo.

El traslado a Hollywood

Entre 1915 y 1920 las grandes salas de cine proliferaron por todo el territorio de Estados Unidos, mientras la industria se desplazaba de los alrededores de Nueva York a Hollywood, pequeña localidad californiana junto a Los Ángeles donde los productores independientes, como Thomas Harper Ince, Cecil B. De Mille y Mack Sennett, cimentaron sus propios estudios. Ince introdujo el método de unidades, en el que la realización de cada cinta se encontraba descentralizada —se trabajaba por obra—, con lo que se podían hacer simultáneamente varias cintas, cada una de ellas supervisada de principio a fin por un jefe de unidad —un productor ejecutivo— que dependía a su vez del jefe del estudio. Se produjeron así cientos de cintas al año como respuesta a la ascendente demanda de las salas. La inmensa mayoría eran westerns, comedias de tortazos y resbalones y refinados melodramas, como el de Cecil B. De Mille Macho y hembra (1919) protagonizado por Gloria Swanson. Ince, por otro lado, se especializó en la Guerra Civil americano y el lejano Oeste, sin concesiones al sentimentalismo, en los que destacó el así pues popular vaquero William S. Hart.

Películas cómicas mudas

Mack Sennett llegó a ser así pues el monarca de la comicidad, introduciendo en la pantalla el estilo de los espectáculos de diversidades, en una serie de imaginativas cintas protagonizadas por los célebres Keystone Kops. Su estilo en agrupación era nuevo, ya que fundía elementos del vodevil, el circo, las tiras cómicas y la pantomima teatral, con un sentido del ritmo en el que era un verdadero maestro. Sennett decía que un gag debía proponerse, realizarse y terminarse en menos de 30 metros de cinta (que equivalen a menos de un minuto de proyección). Tenía un talento especial para hacer una atmósfera en la que el temperamento artístico de cada cómico pudiera brillar. Sennet fue un gran descubridor de talentos; entre los que trabajaron con él sobresalieron Marie Dressler, Mabel Normand, Fatty Arbuckle, Gloria Swanson, Harold Lloyd, Wallace Beery y un nuevo cómico británico cuyo nombre artístico era Charlie Chaplin.

Chaplin era un cómico genial cuyas obras darían brillo a la pantalla. Su sola presencia era suficiente para asegurar el éxito comercial de una cinta. Fue la primera estrella internacional y una leyenda viva desde su juventud, rompiendo con cada nueva realización los récords de taquilla previos. Su personaje del vagabundo Charlot mezclaba de una forma única la comedia sentimental, la sátira social y el patetismo de la naturaleza humana, convirtiéndose en un arquetipo universal. Este personaje fue creciendo a lo largo de sus cintas El vagabundo (1915), Vida de perros (1918), El chico (1921) y La quimera del oro (1925). Con la aparición del sonoro, los productores se niegan a inaugurar Luces de la ciudad (1931), sin embargo él lo hace por su propia cuenta y regresa a romper todos los récords de taquilla, éxito que repite con Tiempos modernos (1936), sátira contra la automatización de la obra, y El gran dictador (1940), primer film conversado de Chaplin, una oportuna burla de los dictadores de aquella fase que le trae, sin embargo, enemistades entre los sectores más reaccionarios del poder americano, obligándole a dejar el país en la década de 1950, en el momento en que la ‘caza de brujas’ promovida por McCarthy siembra la recela y la desconfianza hacia los cineastas progresistas. Mucho antes, en 1919, tras sus primeros triunfos, Chaplin, unido de D. W. Griffith y los dos artistas más insignes de la actualidad, Mary Pickford y Douglas Fairbanks, habrá formado la productora United Artists, precursora del star system —aunque en su caso y el de Griffith además de estrellas eran los verdaderos autores y productores—, e iniciadora de la fase de oro del cine mudo en Estados Unidos.

El estilo característico de Charlie Chaplin integraba las técnicas de los mimos y de los payasos. Fue específicamente célebre por el personaje del vagabundo Charlot, una emotiva figura cómica sencillamente identificable por su sombrero hongo, pantalones bombachos y bastón.

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