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Antigua Roma: dinastía de los Flavios

Antigua Roma dinastía de los Flavios

Al final de la dinastía Julio-Claudia, una grave crisis entre los militares romanos se asentó con la expectativa de señalar al sucesor en el imperio. Las diferentes facciones del ejército defendían la selección de un emperador diferente. Los miembros de la guardia pretoriana deseaban escoger a Otón. Los legionarios de la Península Ibérica querían el ascenso de Galba. En contrapartida, los ejércitos ubicados en Germania y Galia preferían a Vitelio y las tropas de Oriente a Vespasiano.

Entre el 69 y el 68, una agotadora guerra civil entre las tropas romanas terminó decidiendo sobre la elección de Vespasiano como el siguiente emperador, había comenzado la dinastía de los Flavios. Procedente de una enriquecida familia de la clase ecuestre, el nuevo emperador tuvo dos grandes desafíos iniciales: la pacificación del escenario político y la organización de las tropas que ahogarían las revueltas de los judíos. Para esta última tarea, indicó a su hijo Titus, que arruinó la ciudad de Jerusalén.

A través de una serie de reformas, este emperador estableció la recuperación y el fortalecimiento económico del estado romano. Es interesante notar que Vespasiano también expresó su preocupación para fomentar la realización de obras históricas y la valorización de otras obras bajo su administración. Los filósofos e intelectuales que se atreviesen a maldecir sobre las acciones de ese emperador podían ser condenados a ejecuciones sumarias.

Al final de su reinado, Vespasiano nombró a su hijo Tito como sucesor en el cargo imperial. En la condición de emperador, Tito tuvo que recuperar las ciudades de Pompeya y Herculano, que fueron alcanzadas por las catastróficas erupciones del monte Vesubio. Además, tuvo que recuperar obras públicas dañadas tras un nuevo incendio que sacudió a la ciudad de Roma. Con ello, observamos que un gran número de obras públicas se llevaron a cabo en su administración.

El último emperador de esta dinastía fue Domiciano (81-96), que trató de debilitar la influencia política de los senadores y ejercer un poder imperial ilimitado. Creyendo que el ejercicio de la posición imperial tenía motivación divina, su administración era conocido por su intervención en temas que van desde la conducta de los ejércitos a elementos específicos de la vida de un ciudadano romano. Finalmente, terminó siendo asesinado por un golpe de Estado organizado por oficiales de su corte.

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